El sonido del golpe resonó en la habitación, un par de ojos marrones lo miraba impresionado mientras sentía la sangre escurrir por su nariz.
-¿Qué rayos te pasa?- trato de no alzar la voz, percatándose que esos ojos azules lo miraban con odio y rencor.
-Nunca más...- siseo con profundo rencor. – Nunca más volverás a lastimarlo.
La puerta de la habitación fue abierta, adentrándose al lugar se veía la figura de Tony, quien miraba todo confundido, y mostró sorpresa al ver a su padre en el piso mientras sostenía sus nariz parecía que estaba sangrando y frente a él, estaba Steve Rogers mirándolo con furia.
Ni siquiera pudo decir algo, pues el rubio lo tomo del brazo de forma delicada pero con la suficiente fuerza para no oponer resistencia.
-¿Steve? ¿Qué haces? ¿Tú golpeaste a mi padre?
-Se lo merecía.
-¡¿Cómo que se lo merecía?!- Tony estaba alterado y preocupado, aun no entendía por qué Rogers había golpeado a Howard, después de todo su padre siempre había procurado por el rubio. – ¿Qué te ha hecho mi padre? El solo te ha dado todo y te ha ayudado en todo lo que necesitas.- tratando de entender.
Ambos estaban a las afueras de la mansión Stark, Tony intentaba soltarse del agarre de Steve pero este apretaba un poco más, pero sin llegar a lastimarlo. Lo cual el genio agradecía, pues en esa misma muñeca tenía tres cortes no muy profundos pero si eran dolorosos.
Steve se detuvo abruptamente, provocando que el castaño se chocara con la espalda del joven soldado.
El de ojos azules se volteo para estar frente al de ojos chocolate, quien aún no entendía absolutamente nada.
-Eso no cambia lo que te hizo.- sin esperar respuesta sostuvo su brazo y alzo su manga dejando al descubierto cicatrices, algunas más recientes otras más antiguas pero que eran visibles. Tony en ese momento no pudo sentirse más avergonzado, de entre todas las personas no quería que EL las viera. – Es cierto que me ha dado todo, pero no puedo perdonar que se haya atrevido a lastimar mi tesoro más preciado.
-Steve...
-Tampoco puedo perdonar a los de la academia. Por eso te iras conmigo.
-¿¡Irnos!?
-Nos iremos a un lugar donde nadie más pueda dañarte.
La mirada azul del rubio por un momento adquirió un color rojo como la sangre, Tony si bien estaba asustado, no pudo evitar derramar las lágrimas.
-Tú eres quien me dio ese poema ¿verdad?
-No creas que eres invisible en el mundo, porque yo sé dónde encontrarte.- Dijo como respuesta antes de darle un suave beso.
El sonrojo de Tony hizo sonreír a Steve, quien acariciaba con vehemencia su rostro.
De pronto el sonido de un claxon hizo que salieran de su burbuja, Tony se percató que un coche estaba a unos metros de ellos, y en él se veía a James Barnes junto a Natasha Romanoff.
-Vamos Tony... Esta vez te protegeré de todo.
El castaño miro por un momento la mansión antes de simplemente sonreírle al soldado y marcharse juntos.
Steve por su parte se prometía seguir haciendo que su estrella brillara, y esperaba que todos los de la academia lo hayan entendido, pues ellos estaban vivo porque así lo había querido, igual que Howard.
Pero la próxima vez, no sería tan misericordioso.
Protegería a Tony, sin importar cuantos debían morir en el proceso.