Quien diría que vivir entre los humanos no sería tan malo, aunque aún los aborrecía y por sobre todo detestaba lidiar con aquellos humanos que tenían el descaro de mentirle. Pero como dicen no todo se puede tener en la vida.
Sus primeros días en el mundo humano tuvo que conseguir lo necesario para su estancia indeterminada, al menos podía agradecer que sus más leales sirvientes Peter Quill y Pepper Potts, estuvieran acostumbrados y con ello no fue tan difícil, los dos estaban confundidos ante la petición de su rey pero ninguno se negó, lo primero que hicieron fue conseguir un lugar donde vivir, lo consiguiente fue buscar un trabajo. Pues de alguna manera debían solventar su estancia en la tierra y no siempre sus poderes les serian de ayuda en ese tipo de casos.
Pepper sugirió un antro, la cual no fue mala idea, es decir era la máxima representación del como los humanos podían caer en la tentación, el pecado y el deseo.
Se hizo de una rutina, al igual que sus sirvientes. Pero le era fastidioso cuando aparecía su hermano Uriel preguntando si ya había hecho avances en la búsqueda de su hermano.
En verdad aun le daba gracia el escucharlo decir que Michael y el eran afines. Era verdad que ellos fueron los primeros ser creados por padre, de hecho aún no está seguro quien de los dos en realidad es el hermano mayor, pero si se habla de asumir el rol, Michael fue quien lo tomo. Siempre haciendo lo correcto, dándoles órdenes a sus hermanos y complaciendo al creador.
No negaba que hubo un tiempo en que lo admiro y aunque le doliera admitirlo le admiraba, pero cuando su padre decidió crear a la humanidad creyó que Michael apoyaría se negativa a servirles a esa especie inferior, que equivocado estaba, incluso cuando la batalla se desato, lo que más le dolió no fue ser desterrado, no, en realidad lo que le dolió fue que cuando su padre le dio la orden a Michel de que lo desterrara personalmente.
Aún recuerda ese momento como si hubiera sido ayer, recuerda estar herido, de rodillas, humillado por su derrota, y como su hermano sin titubear lo lanzo del cielo. Michael, aquel hermano con el que compartió tantas pláticas, tantos momentos, lo desterró sin dudar, lo lanzo como si se tratara de un muñeco.
Le era gracioso porque durante milenios cada que se encontraba a sus hermanos, siempre le decían que no tenía alma. Lo cual era estúpido, tenía un alma pero esa alma se había fragmentado hacía mucho tiempo. Su alma estaba rota, y jamás podría ser curada.
-¿Por qué lloras?
Salió de sus recuerdos ante aquella molesta vocecita, frente a él, estaba aquel mocoso que conoció en el parque.
-Nada.- respondió mientras se secaba todo rastro de debilidad en el rostro, como si no fuera suficiente buscar al estúpido de Michael, ahora experimentaba las emociones humanas. Genial. No creía que pudiera empeorar.
-Tony...
Hablo demasiado rápido, dirigió su mirada a aquel hombre rubio. Aun no se explicaba cómo era posible que siempre se encontrara con aquel hombre –De nombre Steve- y su vástago. Durante en esos meses viviendo entre los humanos se había encontrado cientos de veces con ellos dos, lo cual en ocasiones evitaba que progresara en la búsqueda de su hermano.
-Hola Steve.- dijo con una leve sonrisa.
-Que coincidencia vernos aquí.- Expreso el rubio con una gran sonrisa y aquella mirada de enamorado que siempre ponía cuando estaba cerca suyo.
Hacía mucho que dejo de pensar que esto era una coincidencia, estaba en una cafetería al otro lado de la ciudad de donde residía, sin mencionar que ese lugar en específico lo desconocía aquel rubio. Qué clase de maldición había obtenido, y desde la distancia noto a su sirviente Peter quien se reía.