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Miradas que hipnotizan...

— Felicitaciones, Emiliana. – Mi jefa extendió su mano hacia mi y la sonrisa ocupaba todo su rostro, estaba agradecida –. Una vez más nos dejas a todos con la boca abierta.

— Gracias, señora Gruyer. Un placer para mi que estén contentos con mi trabajo.

Desde hace un año y medio trabajaba para los señores Gruyer en Design Dutches, de las mejores empresas que Alemania tenía de Diseños de Interiores. Aunque no podía negar que mi trabajo era impecable, siempre había tenido este don para los diseños, el arte y todo lo que tuviera que ver.

— Emiliana, tengo que decirte algo. Ven a mi oficina.

¡Mierda! Si me dice que me dará un aumento, juro que lloraré de la alegría. A veces lo necesitaba, pero no me atrevía a decirle.

— Hoy, una de mis primas más cercanas dará una fiesta en su mansión que se remodelo gracias a uno de tus diseños y desea conocerte. ¿Aceptarías?

— ¿A mis diseños? – No entendía absolutamente nada, no recuerdo haber realizado planes para una mansión.

— Yo tenía uno de tus primeros trabajos cuando entraste a la empresa, se lo enseñe y quedó encantada. Discúlpame que no te lo dijera, querida.

Debía de ser una prima extremadamente adinerada, aunque fueran familia, se lo delicada que es la señora Gruyer con sus diseños y más cuando firman contrato.

— Sí, estaré allí. – No estaba muy convencida pero quería ver mi obra de arte.

— Ancel y yo iremos a buscarte. ¿Te parece a las ocho?

Asentí y me retiré de su oficina. La señora Gruyer y su esposo se habían convertido en personas especiales para mi, e incluso para mi mamá. Más de una vez habían ido a comer en mi casa y se habían encariñado con nosotras, eran lo más cercano a una familia que teníamos en Alemania.

Salí un poco más temprano de la empresa y me dirigí a casa para poder arreglarme a tiempo, y también caer en lo de siempre que a mamá la sacaba de sus cabales... «¿Qué me pondré?»

— Ya llegué. – Grité mientras dejaba en la mesa que estaba en la entrada las llaves y la cartera, mamá siempre se quejaba de mi desorden.

— Hola, cariño. – Salió de la cocina y se dirigió hacia mi para darme dos besos –. ¿Por qué tan temprano en casa?

— Mi jefa me ha invitado a una fiesta en una mansión que fue remodelada y era uno de mis diseños el que la dueña eligió.

— ¡Que bueno hija! – Me abrazo y después me dio varios besos en la cabeza, mamá siempre era así de cariñosa.

Ella estaba haciendo un pastel[1] de chocolate, la mayoría del tiempo ahora la pasaba en casa. Desde que papá murió, ejerció su profesión «educación preescolar», unos años más y después se retiró aún cuando no era su tiempo.

Todos los días podía notar lo mucho que extrañaba a papá, y no la culpaba, estuvieron juntos por muchos años. Lo único que agradecía era que ella había seguido con su vida y que no se echó a morir.

Después de ducharme, arreglar mi cabello en ondas y maquillarme, que gracias al prójimo había decidido aprender para estos casos extremos. «Y porque era súper fan de todo lo que es maquillaje, peinados, tacones y ropa»
Mamá todos los días me preguntaba porque elegí diseño de interiores y no de modas, pero creo que no había respuesta para eso. Disfrutaba el vestirme, elegir prendas, preparar atuendos, y ayudar a otros cuando no saben... Pero no se me daba eso de elegir telas, coser, poner botones y ese tipo de cosas. Yo prefería todo ya hecho. Un poco rara, lo sé.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora