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Mi llegada a Múnich fue tener que escuchar a mi madre peleando porque me había perdido de esa manera, y a Leyla reclamando que ya no era la misma que hace días. Sin agregar que Malcolm había sacado su lado celoso e intentó imponerme que no podía desaparecerme así sin decirles nada.

El señor que era mi tío, aún no podía decirle así sin confirmar que realmente lo era «aunque el me hubiera entregado todas las pruebas», llego a Múnich y hoy saldríamos para Berlín juntos. El, ni corto ni perezoso, trajo su propia seguridad y ahora sentía que estaba en una película, pero según el, debía de acostumbrarme.

Para la fiesta, había comprado el mejor vestido que hubiera podido, según Leopoldo «mi tío» debía de aparentar que nadaba en dinero ante toda esta gente, y que debía de prepararme. En cuanto me vieran, todos iban a querer hacer negocios y estarían interesados en si ya reclame mi puesto.

Esa tarde, me preparé en un hotel. Sabía que si hacía todo esto en casa, mi madre comenzaría con un sermón, además de que Leopoldo no quería ir aún a esa casa, seguro mi madre armaría un gran escándalo y todos tendríamos que irnos a Colombia para arreglar esto como familia, ya que todos los Diennol debían de tener palabra en cualquier problema familiar.

Mi vestido me hacía ver completamente diferente, a pesar de que había perdido algo de peso, aún mi trasero se mantenía en forma y no parecía que estaba pasando hambre. Tuve que aplicarme kilos de maquillaje para tapar las ojeras que se negaban a abandonarme, y con un sofisticado recogido en el cabello, ya era otra.

— Matarás a Malcolm en cuánto te vea – Mencionó mi tío.

— Esa es la idea.

Sonreí, aunque por dentro estuviera muriéndome. Me dolía más el saber que asistiría a esa fiesta como si nada, como si ya se hubiera olvidado mío... Y no como antes, que era yo quien lo acompañaba. Seguro ya había buscado a alguien más.

Berlín seguía siendo el sueño alemán para mí «como dicen algunos», debía de aceptar que mi país era el más precioso en el mundo. A pesar de que amo mi amado Múnich, no tendría problema en vivir en Berlín. Lo había pensado muchas veces, pero a mí madre no le parecía la idea.

Al llegar a la fiesta, los nervios me estaban comiendo viva. Respire hondo y me baje del auto, agarrada del brazo de mi tío. No estaba preparada para la entrada, y mi mente no coordinaba con mis piernas, sentía que en cualquier momento me caería y rodaría.

— Emiliana, si esto es mucho para ti nos iremos.

— No... Vamos.

Me regañe mentalmente hasta que medio pude dominar mis miedos y nervios, y entramos. Todas las miradas se centraron en mi, e hice como si no me importarán. Seguí a mi tío, que se dirigía hacia un grupo donde varios hombres conversaban, tomaban whisky y fumaban puros.

No me esperaba que en esa mesa, estuviera Malcolm y atrás de él, Hansel. Ambos al verme, por poco y la boca no les llegaba al piso, quería reírme pero sabía con que propósito había venido a esta fiesta. En la cara de Malcolm solo había furia, y me encantaba ver como los huesos de su mandíbula se marcaban a medida que me acercaba.

— Buenas noches – Habló mi tío primero.

— Leopoldo, hermano mío.

Un hombre alto, con más músculos que ganas de vivir y calvo, se acercó a él para darle un abrazo, lo que me obligó a soltarme de su brazo y sentir como mis piernas flaqueaban. Malcolm no quitaba su mirada de mi, y podía ver sus manos empuñadas en la mesa.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora