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Secretos sucios y prohibidos.

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Desde ese día, mi relación con Malcolm estaba extraña. Había pasado dos noches seguidas en su apartamento pero con mi madre, quería darle su tiempo así como el había decidido darme el mío.

En vista de que Malcolm estaba dedicado a su trabajo, me tome el fin de semana con Leyla para compartir con ella y saber todo lo que ha sucedido en su vida en los últimos días.

— Te extrañaba, nena – Leyla me abrazó – Ya extrañaba que nos pusiéramos al día.

— Yo también, Leyla. ¿Alguna novedad de Ítalo?

— Estamos bien – Celebró feliz – Hemos pensado en mudarnos juntos, oficialmente, pero eso para mis padres sería que ya tengo un anillo en mi mano y creo que no estamos preparados.

Me reí al escuchar eso, sus padres siempre habían sido un poco estrictos pero a ella pocas veces le importo. Rebelde sin causa.

— ¿Y tú cómo vas con Malcolm?

— Supongo que bien – Me encogí de hombros – Estamos peleados.

— Es obvio que el se muere por ti, Emiliana. Me sorprende que aún no te ha pedido matrimonio.

Sentí como el aire abandonó mi cuerpo completamente. ¿Matrimonio? ¿Malcolm y yo? Entre nosotros existían muchos secretos, no sabía como pegaría eso con el matrimonio. Pero esa parte de la historia se la podía omitir a Leyla, ella no sabía de la profesión de Malcolm ni de la de mi padre.

Estuve hasta la noche del domingo con Leyla, y después de eso, me dirigí a casa de Malcolm. Mi madre se había ido a una fiesta con una de sus amigas, y eso implicaría que estaría en el apartamento sola, prefería intentar solucionar algo con Malcolm y dormir acompañada.

— Hansel – Chocamos puños – ¿Está Malcolm en casa?

— Sí, hermana. En el gimnasio, la puerta de vidrio que está por la piscina, allí entras.

— Gracias, hermano.

Hansel y yo habíamos desarrollado una amistad que valoraba muchísimo. En mi vida, pocas veces había tenido amistades así, y la de Hansel era importante para mí. Aunque a Malcolm no le convenciera del todo.

Abrí la puerta del gimnasio con cuidado, y el estaba practicando boxeó con el saco. Al verme, se detuvo pero ni me sonrió. El sudor caía por su cuerpo, y no llevaba camisa, mierda, que me provocaba aún más...

— Hola – Susurré.

— Hola – Su voz fue seriedad total.

Esto sería una guerra de toma y dame, ya lo veía venir.

— Pensé que no vendrías más a dormir aquí.

— No te molestaste en llamarme para que viniera.

— No te molestaste en llamarme ese día e informarme que indagarías en el pasado de tu padre.

¡Carajos, que ya comenzamos a discutir!

— ¿Y cuál es tu problema? – Mi molestia ya estaba en su punto – ¿No tengo derecho?

— ¿Cuándo me vas a entender que esto no es seguro para ti? ¿Crees que todo te lo digo en broma?

— ¿Y para ti si es seguro? ¿Tu si puedes ser un maldito narcotraficante?

Mierda... Siempre yo con mi bocota. ¿Algún día aprenderé a callarme y no hablar por impulso?

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora