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Emiliana

Gran parte de la mañana, estuve contándole a mamá del guapo chico al que conocí y por eso, llegue tarde al trabajo. Una pequeña amonestación pero fue perdonada, algunas veces me permitían llegar tarde.

Gracias al anuncio que la prima de mi jefa dio ayer, ahora todos pedían que sus casas fueran remodeladas y tenia millones de citas pendientes, para poder hacer los diseños a su gusto. Lo positivo de todo es que más trabajo, más dinero. Lo negativo, no dormiré.

— Emiliana, tiene una cita esperando por usted pero no me ha dicho cuándo la concreto – Mi asistente se posicionó enfrente de mí.

Gracias a Dios, pude tener la opción de una asistente. Ella me ayudaba con lo más que podía, y cuando debíamos de quedarnos hasta tarde, jamás decía que no. Era un ángel que me enviaron del cielo, aligeraba un poco mi trabajo.

— ¿Y quien es? ¿Lo conozco?

— No lo he visto por aquí antes, Emiliana – Suspiró como enamorada –. Pero es guapísimo, un Dios griego.

— ¡Sí serás toche[1]! – Ambas reímos y salí de mi oficina para ver de quien se trataba.

Al lado de mi jefa, estaba el guapo chico que conocí  en la fiesta. Tenía un traje azul marino que hacía juego con su piel y su cabello, justo como sus ojos. Al verme, se despidió de mi jefa y camino hacia mi. Estaba tan seguro, que ni miraba el piso.

— Señorita Milton, ¿no? – Asentí y el me dedico una sonrisa que me dejo fuera de mis casillas –. Con eso que comento mi tía, he querido que remodeles mi departamento.

— Oh, claro – De cierta manera, sentí decepción al escuchar eso –. Venga conmigo.

Me encaminé hacia mi oficina y escuchaba sus pasos fuertes detrás de mi. Se sentó en la silla que quedaba al frente de la mía y cruzó sus dos largas piernas. Este hombre era toda una delicia para la vista.

— ¿Sabe más o menos como quiere el diseño? ¿Ya ha pensado en algo?

— Esperaba que tú me enseñarás algo.

Sus ojos azules se fijaron en mi y me sentí tan pequeña en esta silla tan grande. Su manera de mirarme, de hablar, de expresarse... Parecía el rey del mundo.

Me levante para buscar las carpetas de diseños que había realizado recientemente y se los entregué. Algo que me permitió ver que era un hombre realmente muy bien cuidado, sus manos eran delicadas pero fuertes.

— Este me gusta, pero quisiera cambiar los colores – Me entregó una foto y la visualicé rápidamente.

— Si elige los colores hoy, mañana podré visitar su departamento para poder hacer los planos correctamente y en tres días comenzarán a trabajar.

Me pidió la hoja de vuelta y luego garabateó algo. Se levanto, acomodando su saco y estiro su mano en forma de despedida. Mierda, tan rápido debía de irse.

— La veo mañana, señorita Milton.

Malcolm

Bendita mujer, no se porque razón tuve que venir a verla. Y que por una remodelación, que carajos me sucedía. Aunque no estuvo tan mala la visita, me dio unas vistas fabulosas. La falda que tenía permitía que resaltara su gran culo y las piernas.

— ¿Realmente solo viniste a verla? – Habló Hansel mientras abría la puerta del auto.

— Cállate, Hansel – Comenzó a reír.

— La conociste ayer, Malcolm. ¿Que carajos te sucedió?

— No lo sé, hubo atracción.

Su carcajada retumbó el auto.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora