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Emiliana

Mi recuperación era lenta, tétrica y frustrante para mí. La mayoría del día la pasaba llorando, por el simple hecho de no tener nada que hacer... No podía dibujar, no podía hacer maquetas, no podía trabajar en la laptop con planos en 3D, no podía hacer nada.

Pasaba el día en cama, comiendo helado, viendo televisión o escuchando a Leyla sobre sus anécdotas con su novio. Mamá pasaba más tiempo afuera con amigas, a veces era tutora de niños en nuestra casa o cocinaba para Malcolm.

Malcolm aumentaba cada día más su tiempo de visitas, enviaba flores y chocolates, a veces hasta enviaba mensajes que ni me imaginaba que él escribiera. Se llevaba tan bien con mamá, que no podía creer que todo esto fuera posible. Era un hombre diferente al que había conocido en esa fiesta, algo había cambiado.

— Nena, ¿Cómo te sientes? – Leyla entró a la habitación para entregarme más helado.

— Bien, aún no estoy muriendo ni alucinando.

— Tengo que ir a arreglar unos asuntos en el canal. ¿Estarás bien sin mí?

Asentí y ella salió de la habitación, tras darme un beso en la frente. Estaría bien unas horas solas, mamá se había ido de compras y sabía que no volvería hasta más tarde, anhelaba que tuviera tiempo solo para ella. Lo necesitaba.

Con mi otro brazo sano, comencé a arreglar el desorden que había en mi habitación. Necesitaba distraerme o me volvería loca, realmente más loca de lo que ya estaba. Extrañaba mi trabajo, tener dos semanas en casa esta sacándome de quicio.

El timbre de la casa sonó dos veces así que supuse que sería Leyla que había olvidado algo. Ni me moleste en acomodarme la pijama, no era nada que ella no hubiera visto antes. Ahora bajaba las escaleras con más cuidado, no quería romperme el otro brazo. Tampoco recordar esa escena en el club.

— ¿Qué dejaste ahor...? – Mi boca casi se cae al ver a Malcolm parado enfrente de mí.

— No he dejado nada, pero hola.

Semejante Dios gringo tenía al frente, podía sentir el charco de baba formarse en el suelo. Lucia un corte de cabello nuevo, pero sus típicos trajes que lo hacen ver tan atractivo.

— Pensaba que era Leyla, se fue hace unos minutos y creí que había dejado algo.

— Lo sé, me llamo para que viniera a estar contigo hasta que ella o tu madre regresen.

Malcolm sostenía dos bolsas de supermercado, últimamente se le estaba haciendo costumbre ir de compras. Entró a la casa, con su aire autoritario y dejó las bolsas en la mesa. Mientras que vaciaba el contenido, yo lo veía embobada. Intentando asimilar la clase de hombre que tenía al frente de mí.

— Esto no es necesario, Malcolm. Estoy bien sola, no es que me falta una pierna o algo parecido.

— Emiliana, deje una reunión a medias por venir a cuidarte. Créeme, si es necesario para mí.

Eso lleno mi corazón completamente, me hacía sentir querida. Tal vez yo me estaba haciendo ilusiones, tal vez no me quería en la forma que yo a él, pero algo si tenía claro. Malcolm cada día me gustaba más, y no se como podría detener eso.

— Traje todo lo que no te hará sentir más dolor en ese brazo, pero no puedes excederte.

Parecía que este hombre quería provocarme un coma diabético. Demasiados dulces relucían en la mesa, la boca se me hacía agua de verlo. Malcolm siempre cumplía mis antojos sin yo pedírselo.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora