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Emiliana

— ¿Que harás hoy, Emi? – Pregunto mamá mientras desayunábamos.

— Tengo que chequear una remodelación, mi jefa me pidió que fuera.

— No me digas que el apartamento de ese chico guapo que mencionaste – Comenzó a reírse y provocaba que yo también quisiera reírme.

— Mamá, por esa razón no te comento nada.

Continuó riéndose y no me quedo de otra que dejarla sola, a veces era realmente muy molesta. Acomode mi ropa, y tras hacer un chequeo al papeleo que llevaba, me encamine hacia la oficina para luego retirarme a la remodelación que debía de ver. No entendía la razón por la que mi jefa me había pedido que fuera, rara vez yo asistía.

Toque dos veces la puerta de mi jefa, y a los segundos, su voz se hizo presente y entre. No tenía temor, sabía que la razón por la que tenía que asistir no era por algo malo. Jamás me había sucedido algo así.

— Buenos días, Emiliana. ¿Puedes asistir hoy a la remodelación del apartamento de Malcolm a las 11?

— Sí, claro. ¿Sucedió algo? ¿Hay algo mal en los planos?

— No lo sé, cariño. Por esa razón quiero que asistas, hablaras con el ingeniero y después tú me comentas a mi, allí estará Malcolm.

Asentí y tras saber que no diría más nada, salí de su oficina. Me encamine a la mía, y así terminaría el trabajo pendiente mientras llegaban las 11. Tenía un montón de trabajo atrasado, y esto no era normal en mí. Además de que la mayoría eran clientes con más ceros en su cuentas que con ganas de respirar.

/-/

Abrieron la puerta de golpe, y fue lo que me logro sacar de la concentración de mi trabajo. Que no solo era eso, también miles de pensamientos se mezclaban. Tenía el corazón a millón, eso me había tomado por sorpresa. El asistente «o eso creo yo» de Malcolm, sostenía un arma en la cinturilla de su pantalón y miraba todo a su alrededor. Entendido, no es solo el asistente.

— Señora Milton, tengo media hora aquí afuera... Pensé que a usted le sucedía algo.

— Discúlpeme, realmente creo que me concentre de más... No escuche que me buscaban.

— No se preocupe, al menos se que usted está bien. ¿Nos vamos? – Asentí y el me espero fuera de la oficina.

Tome lo que debía de llevarme y salí junto a el, me sentía como extraña hoy. Afuera del edificio, un Audi Q7 estaba estacionado justo en la entrada, y supe que era de el cuando me abrió la puerta. Que lujos se daba este hombre.

— ¿Desde hace cuanto trabaja allí, señora?

— Dime Emiliana, eso de «señora» es muy formal para mi.

— Forma parte de mi trabajo llamarla así, señora.

Respire hondo, me hacía sentir una mujer de treinta años, y hasta donde se, sigo joven.

— Tu jefe no está aquí, así que dime Emiliana. Y respondiendo a tu pregunta, trabajo ahí desde hace dos años.

— ¿Cómo una joven, tiene tanto talento? – Había como cierto tono de sorpresa en su voz.

— Supongo que Dios me obsequió ese don cuando nací – Los dos reímos, el era agradable y no tan amargado como pensaba.

— Hemos llegado, señora.

— Es en serio cuando te digo que me llames Emiliana, por favor – Le dedique mi mirada amenazante y logre ver una sonrisa por el vidrio.

— Lo haré, mientras que mi jefe no esté.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora