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Me matas de amor.

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El sábado comenzó escuchando a Malcolm gritar en idiomas diferentes y entenderle en alemán muchas maldiciones. ¡Pobre la persona que estaba del otro lado del teléfono! Mejor me hacía la que no escucho nada. Después de cepillarme los dientes, me dirigí a la cocina para preparar el desayuno pero Helga ya estaba allí.

— Hola, Emilucha – Su tono fue burlón.

— ¡Helga! – Ambas reímos – ¿Hansel te dijo que me podías llamar así?

— Sí, y me gusta. ¿Qué quieres desayunar hoy?

— Sólo frutas y cereal.

Helga se dedicó a picar con paciencia la fruta y me entregó un vaso de jugo para esperar a que ella terminara. Me senté a jugar con un iPad que Malcolm tenía allí, mi celular estaba en algún lugar de la casa y me daba flojera buscarlo.

Me dispuse a ver algunos libros que tenía en el iBook y se veían interesantes, Malcolm sabía más de lo que aparentaba. Aunque solía ser bastante callado y tranquilo, hasta que le amenazaban su paz, allí olvidaba lo pacifico y tranquilo.

Salió de la habitación como una furia, y tras unas palabras con Hansel, que apareció de la nada, se sentó a comer conmigo. Callado y solo mirando el plato que Helga había colocado al frente de él. Ambos desaparecieron, dejándonos solos y en un silencio sepulcral.

— ¿Me dirás que sucede?

— Nada que no pueda controlar, pequeña – Le dio un suave beso a mi mano.

— No me habías dicho que te gusta el libro de El Principito.

¿Viste mi iPad? – Asentí – Mi madre desde pequeño me enseñó el verdadero amor por los libros y cuando no tengo el tiempo para leerlos en físico, los descargo.

Su manera de hablar hacía que mi corazón se acelerara. ¿Cómo este hombre podía ser tan perfecto?

— ¿Quieres unos días de descanso? – Preguntó como si nada.

— ¿Más días? – Reí – ¿Que tienes en mente?

— Tengo una casa en Hamburgo que desde hace años no visitó. ¿Quieres conocerla?

Asentí emocionada, y al notar mi reacción comenzó a besarme, ya había vuelto a su ánimo jugador. Los insultos en los idiomas que yo no conocía, ya habían desaparecido y volvía a ser mi novio.

Por alguna extraña razón «y con muchísima seguridad» le ordeno a Hansel llevarme a la casa para hacer las valijas. Al menos cinco gorilas más nos seguían, y al llegar a casa, habían muchos más afuera. ¿En qué carajo se había metido Malcolm que teníamos tanta seguridad?

Helga había venido antes, y ya había dejado sobre la cama la mayoría de la ropa que había lavado y consideraba que debía de llevarme para aguantar el frío que posiblemente haría en Hamburgo. Aún no estábamos en invierno pero literalmente hace frío siempre.

Recogí mi ropa y todo lo que utilizaba, que a veces para Malcolm eran muchas cosas innecesarias «ojos de amor, lo sé», parecía que me mudaba y no que eran pequeñas pero muy pequeñas vacaciones. ¡Nunca se sabe! En esos viajes, todo sucede.

— Señora, la llama el señor – Helga me entregó el teléfono.

Me extrañaba tanta seriedad.

— Dime, cariño.

— ¿Estás bien? – Se apresuró en preguntar.

— Claro que sí. ¿Por qué no lo estaría?

El silencio de su parte duro al menos minuto y medio. ¿Qué me ocultas, Malcolm? La curiosidad acabaría conmigo.

— No me has atendido tú celular y me asuste – Confesó.

— Me he distraído haciendo las valijas, discúlpame.

Ni puta idea donde había dejado mi celular, pero tampoco pensaba estar pendiente... Se supone que estoy en casa, nada debería de sucederme.

— Pequeña, ¿podrías hacer las mías? – Había algo de pena en su voz – No creo que me de tiempo de llegar y hacerlas, saldríamos muy tarde.

— Malcolm, casi he terminado de empacar tu ropa.

— Gracias, mi amor.

Todo en mi se alboroto al escuchar eso. ¡Si el supiera lo que causa en mí, me diría eso cada dos segundos!

— Por cierto, llama a tus amigos e invítalos.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Quiero que te distraigas y diviertas, pequeña. ¿Algo malo?

— Pensé que solo seríamos tú y yo – Murmuré.

— Pequeña, me tienes todos los días a toda hora... Si no te comparto así sea un poco con tus amigos, dirán que los olvidaste por un novio.

Si me alegraba que tuviera la iniciativa de invitar a mis amigos «aún sabiendo lo terriblemente escandalosos que son», pero quería un tiempo a solas con él. Sin seguridad y sin nada que tuviera que ver con el narcotráfico. Solo el y yo.

— Sí, entiendo.

— Emiliana... – Murmuró.

— Les avisare y terminaré aquí, se nos hará más tarde – Tranqué.

Le envíe un mensaje a Leyla informándole y en menos dos cinco minutos obtuve respuesta. Ya sabía yo que no me diría que no, esa mujer no se perdería un viaje. Y tampoco dejaría a su amado solo.

Andrés contestó a los minutos y no dudó en aceptar, quería saber que tanta era la riqueza de mi chico. Ay, si supiera cuánto es... Y si supiera de donde proviene... Y que yo también tengo dinero de dudosa procedencia...

Aleje los malos pensamientos y me enfoque en lo que debía, no quería atormentarme más. Termine las valijas en tiempo récord y Hansel las busco en la habitación. Me dio tiempo para ducharme, arreglarme y esperar a Malcolm que llegaría para hacer lo mismo y luego irnos.

Sus pesados pasos me hicieron levantar de la pequeña siesta que había tenido. Me desperté abruptamente, haciendo que mi corazón acelerará como un caballo corriendo. Sonrió al verme, y quitándose los zapatos, se acostó a mi lado.

— Discúlpame si te he levantado, cariño.

— Me he quedado dormida esperándote.

— Lo imaginé – Depositó un suave beso en mi frente – Te he traído esto.

Saco del bolsillo de su pantalón un sobre blanco, me lo entregó y luego se levantó, yéndose al baño. Su sonrisa pícara dejaba mucho a la imaginación.

"A veces es justo y necesario que tengas un tiempo con amigos, pero como tu solo quieres un tiempo con tu novio... Lo tendrás.

Todo lo que debes de llevar el primero de noviembre es el protector solar, lentes y un sexy traje de baño. Y del cuál solo yo pueda disfrutar.

Malcriada y gruñona, eso eres.
Pero me matas de amor.
Malcolm"

Mi sonrisa me delató. Aún intentaba descifrar cómo este hombre podía ser tan romántico y frío a la vez. La pregunta que me hacía todos los días aún rondaba por mi cabeza... ¿Era posible que un narcotraficante tuviera sentimientos? ¿Realmente tenía corazón?

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora