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Maratón 3/5

Ambos se negaban a que realmente existiera el amor en esa extraña relación. Ambos tenían miedo al rechazo, a la ilusión, al desamor, a la decepción.

Ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso, esperando a que el otro dijera algo o al menos lo demostrara. Ambos sentían ese miedo de decir algo y arruinarlo todo, tal vez porque así como estaban, disfrutaban la compañía del otro.

Pero sabían que así, nunca llegarían a algo. No estaba establecido lo que eran, unos besos y salidas no dejaban claro que nombre tenía esa extraña relación.

¿Novios? Jamás lo mencionaron.
¿Amigos? No sabían si lo eran.
¿Amigos con derechos? Tal vez, y si es que alguna vez se hubieran llamado amigos.

Esa extraña relación, que no tenía nombre, comenzó por un simple trabajo. Y ahora, no sabían que hacer con esos sentimientos encontrados. No sabían como controlar esas llamas, ese fuego que ardía en sus pechos. Esa sensación, se llama amor...

Y como era posible que se sintieran así por el otro, si solo tenían dos meses conociéndose... ¿O es que para el amor existía un horario? ¿Para enamorarse se debían de conocer un año primero? ¿Para besarse debían de tener meses conociéndose? ¿Cómo se supone que nace el amor para estos dos?

El la quería con pasión y lujuria. Ella con ternura y delicadeza. El rogaba por tenerla entre sus brazos. Ella rogaba por ver esos ojos cada mañana al despertar.

No habían diferencias, no habían problemas. Nadie interfería, nadie los juzgaba.
¿Y por qué ellos si? ¿Por qué les costaba tanto aceptar su amor? ¿Por qué no podían gritar a los cuatro vientos lo mucho que se querían?

Ambos sentían la necesidad de querer hacer algo, por no dejar ir al otro. Pero no sabían que, no sabían por dónde empezar, no sabían como reaccionar a esos sentimientos.

¿Novios? ¿Matrimonio? ¿Hijos? Las preguntas que rondaban las cabezas de estos inmaduros que aún no se atrevían a dar un paso más allá. Su amor era tan colégiala, que a ambos les causaba temor decir una palabra tan simple como... Te quiero.

¿O si será muy pronto? Pensaban ambos.
¿Cómo se lo tomarán los demás? ¿Que pensarán de mi? ¿Y si no doy la talla? ¿Y si no soy lo que el busca? ¿Y si no soy lo que ella quiere? ¿Y si esto solo dura unos días?

Preguntas tontas que atormentaban a estos dos tontos que se ponían excusas y posponían eso que el otro quería escuchar. Sin darse cuenta, que posponían el amor, la vida, las ganas de seguir.

Y cuando uno de los dos se cansara de tanto esperar... Ya no habría vuelta atrás. Debían de dar el primer paso, por más difícil que fuera.
"Lo haré..." pensaban aunque después les costara tanto.

Emiliana

— Leyla, realmente no tengo tiempo para pensar en mi cumpleaños.

— Emiliana, nunca tienes tiempo... ¿Se puede saber que carajos te sucede?

Leyla estampó ambas manos en el escritorio haciéndome sobresaltar, se que estaba enfadada.

— No me sucede nada, solo no quiero celebrar mi cumpleaños.

— Nunca quieres, y entiendo el porqué... ¿Pero hasta cuando pospondremos tu día? Tu padre no quisiera esto.

— Leyla, por favor – Susurre – Lo último que quiero es hablar de mi padre.

Leyla salió de mi oficina dando un portazo, se cuan enfada estaba y me dolía saber lo mal que la hacía sentir con mi actitud. Pero no me provocaba celebrar mi cumpleaños, no desde que papá murió.

Tenía una semana que no veía a Malcolm, y no porque yo no quisiera, según el, tenía un viaje de negocios al que no podía dejar de faltar. Pero no dejaba de enviarme mensajes para saber como estaba y si me hacía falta algo.

Había dejado a un gorila para que fuera mi chofer «cosa que me incomodaba un montón» y si necesitaba algo, el iba y me lo traía. El gorila solo decía que eran órdenes del jefe y debía de respetarlas, nunca me aceptaba un no por respuesta.

Mamá cada día estaba más encantada con Malcolm, era el yerno estrella para ella y anhelaba vernos ya como una pareja estable. No sabía si podría concederle ese sueño a mi madre, y prefería no sacar el tema, aunque ella se diera cuenta de que la ignoraba cuando lo sacaba a flote.

Mi trabajo era cada vez más agotador pero era lo que disfrutaba, por alguna extraña razón, mi jefa decidió hacerme un aumento... Aunque en mi cuenta siguieran entrando cantidades grandes para mi, y todas gracias a Malcolm.

Gracias a esas cantidades, había logrado financiar la remodelación de la cocina que mamá tanto quería. Y si, sabía que era extraño porque soy Diseñadora de Interiores y jamás lo había hecho, pero eso no me convertía en millonaria y los materiales eran costosos.

No había querido decirle a mamá que el dinero era de Malcolm, bueno, mío pero era Malcolm quien los transfería a mi cuenta. Una mentirilla como «un préstamo de la empresa» estaba bien para ella.

Se que ella estaba clara que Malcolm nadaba en dinero, pero no sabía cómo se sentiría al saber que el a veces me pasaba esas grandes cantidades a mi cuenta. Lo más probable es que pensara que el me pagaba por tener sexo, mamá a veces es un poco loca. Más que yo.

— Señorita Milton, tiene visita – Mi asistente se asomó en mi oficina.

— ¿Quién es?

— Un señor llamado Andrés Sánchez.

— ¡Déjalo pasar! – Aplaudí emocionada.

A los dos minutos, mi amigo español atravesó esa puerta y nos unió en un abrazo. Desde ese día en el club, no lo había vuelto a ver y me alegro el alma que me escribiera para vernos. Solo que no esperaba que viniera a mi oficina, aquí no podíamos gritar como solemos hacerlo.

— Bailaora, te extrañé. ¿Cómo estás?

— Muy bien, creo que feliz. ¿Y tú? ¿Dónde estabas? No supe más de ti.

— Sería justicia que estés feliz... – Me dio un beso en la mano – Estuve trabajando y se me complicó escribirte. ¿Que harás hoy?

— Nada, quedarme en casa peleando con Leyla. ¿Tienes planes?

Me dedico su más grande sonrisa, ya sabía lo que eso significaba.

— Nos iremos a bailar, debes de mover esas caderas tan fabulosas que tienes.

— Que obsesión la tuya y la de Leyla con esos clubs marihuaneros y locos.

— No nena, este es un club decente. Me hice amigo del dueño, y pues, me invitó. ¿Te anotas?

Su cara de bebé me dificultó decirle que no, además de que quería drenar todo lo que sentía bailando. Sabía que cuando le dijera a Leyla, me perdonaría. Yo era lo segundo que ella más amaba, lo primero es un buen club para bailar y tomar.

Después de unas horas de chismes, Andrés se fue de mi oficina prometiendo que en la noche pasaría por mi y por Leyla para irnos a bailar hasta el amanecer. No era ni tan mala idea, aunque con quien quería bailar no estaba presente.

Pensé y pensé en si decirle a Malcolm que iría a ese club, pero mejor no. Además de que no éramos ni novios como para dar explicaciones, Andrés no era de su gracia y seguro se molestaría cuando supiera que saldría con él.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora