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Malcolm

Golpeaba sin parar al hombre que tenía enfrente de mi y sentía que no podía detenerme, la rabia cada vez crecía más. Mis nudillos estaban vueltos trizas pero su cara ni decir, ya nadie lo reconocería.

— ¡Y la próxima vez que los malditos de tu cártel quieran meterse con mi familia, todos acabarán muertos! – Escupí la sangre que salía de mi labio roto y salí de la habitación.

Me senté en una de las sillas para poder respirar tranquilo o me daría algo en el corazón. Hansel se acerco con una botella de agua y se sentó a mi lado.

— Viccen logro sacarle un nombre, investigaremos quien es y enviaré a los cinco más preparados a que lo busquen.

— Quiero saber mañana mismo quién es, Hansel – Di la orden y salí de allí.

Sentía mucha presión en mi cuerpo y lo que no quería era colapsar del estrés. Me monte en el auto y repose mi cabeza mientras esperaba a que Hansel viniera.

— Te llaman, es el que esta cuidando a Emiliana – Tome el teléfono y esperaba no escuchar que estaba saliendo otra vez con el idiota.

— ¿Jefe? – Pregunto y solo respondí con un gruñido – Tengo noticias.

— ¿Sobre qué? ¿El mismo hombre de antes?

— No, jefe. Hay alguien más vigilando a Emiliana, y me atrevo a decir que son de un cártel.

Lo que faltaba en mi vida... Esta maldita noticia. Respire hondo antes de responder, no quería insultar a uno de mis hombres por no controlar mi rabia.

— ¿Cómo lo sabes? – Masculle.

— Desde la mañana, un todoterreno estaba diagonal a su casa y vigilaban, cuando pase cerca, tenían el tatuaje en el cuello.

— ¿Serpientes? – Mi voz en español sonaba extraña.

— Sí, jefe. Ellos.

Tranque el teléfono y se lo entregue a Hansel, le di la orden de que me llevara al cuartel. Allí, es donde todos mis hombres estaban, entrenaban, comían y dormían. Solo los que no tuvieran esposa e hijos.

— Después que salgamos de allí, me llevarás a casa de Emiliana.

— ¿Seguro, Malcolm? – Frunció el ceño, típico en él – ¿No es peor para ella que te vean allí?

— Por esa misma razón quiero que me vean allí, para que sepan que ella es intocable.

Hansel eligió quedarse callado, aunque a veces no le parecían mis decisiones le tocaba aceptarlas. Por más y existiera una hermandad, seguía siendo su jefe.

Antes de entrar allí, me quite el saco y la corbata, me sentía asfixiado. Desde que entré a este mundo, había buscado un lugar donde mis hombres pudieran vivir, sin el temor que la policía los pudiera agarrar. Fue difícil dar con la locación exacta y el lugar también, pero valió la pena.

— Jefe, buenas tardes – Le estire la mano y me siguió hacia donde estaban los demás.

— Sterling, buenas tardes. ¿Cómo va todo?

— Muy bien, jefe. Los nuevos integrantes se han adaptado muy bien.

Le hice una seña con la cabeza de que me parecía bien y seguí con mi camino, Hansel se encargó de llamarlos y reunirlos a todos. El dolor de cabeza que tenía no quería abandonarme y ya me estaba agotando, quería irme a casa a dormir. Pero aún me quedaba algo pendiente por hacer.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora