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Dos almas rotas, queriendo reencontrarse una vez más. Queriéndose ver a los ojos, y gritar todo eso que sienten. Luchando contra si mismos para decirse cuanto se aman, pero eso tan malo llamado orgullo, no les permite avanzar.

"Es cierto que no nos morimos de amor, pero uno se siente muerto cuando ese amor no está"

Emiliana

Salí antes del trabajo, eso de realizar los diseños en casa me permitía salir antes de tiempo, y esto era lo único que me ayudaba a olvidar el tema del narcotráfico que últimamente atormentaba mi vida.

Mi madre y yo, de cierta manera, hicimos las pases. Pero aún no sabía de mi viaje a Medellín ni mucho menos que sabía de la existencia de mi tío, el príncipe del narcotráfico. Lo había apodado así después de entablar más confianza con el y notar lo guapísimo que es.

Cómo pude, chantajee a Hansel y logré sacarle más información del hombre que me ayudó a aclarar tantas incógnitas, Klaüs. La mano derecha, o más bien, el siamés de mi padre. No hacían nada si el otro no estaba, a pesar de que mi padre era básicamente el rey, Klaüs seguía a su lado.

Lealtad, de eso se trata la vida... De poder confiarle tu vida a alguien más y saber que en cuanto lo hagas, no sacará un cuchillo y te aniquilará. Quería sentir lo mismo, pero hasta la confianza en mi madre se fue quebrando, y no quería sentirme así. No siendo mi madre de la que hablaba.

El frío estaba insoportable, y aún así, las calles de Múnich seguían repletas. Lo más seguro es que mi nariz estuviera roja, y alguien por allí me haría burla por parecer el reno de Santa.

En cuanto cruce el callejón, no pude hacer más. Dos hombres me tomaron por brazos y piernas, y lo siguiente que vi fue el interior de una camioneta. Un leve puyazo en mi cuello y todo se volvió borroso. Caía en un profundo sueño.

Malcolm

— ¡Haz algo por recuperarla! – Me reprochó Hansel.

— Ella eligió lo que quería, Hansel. Y no pienso discutir más sobre este tema.

— ¡¿Es que eres idiota?! – Estampó su mano contra el escritorio – ¿Qué crees que significó su escena de celos en la fiesta? ¿Que solo quería agotar tu paciencia?

Parecíamos dos niños luchando por un juguete. Guerra de miradas, retándonos, enfrentándonos, quien podía más. Quería reírme pero no perdería este momento con él, sería de burla total.

La puerta del despacho se abrió de golpe, y uno de mis hombres entró pálido, sudando y agitado. Sostenía el celular en una mano y ni una palabra salía de él.

— Jefe – Dijo entre susurros.

— ¿Qué pasa?

— ¡Se la llevaron, jefe! Y ni usted ni Hansel contestaron esos celulares, jefe que alguien ha secuestrado a la jefa.

Mi corazón y mi cerebro decidieron detenerse al mismo tiempo, no sabía que hacer ni cómo reaccionar, no sabía si correr o si llamar. Sentía que la respiración se me iba cortando cada vez que esas palabras se repetían en mi cabeza... Se la llevaron... Secuestro...

— ¿Fueron a su casa? ¿Y el GPS del auto?

— Jefe, no ha ido al trabajo con el auto. Perdimos el rastro tras su salida del edificio.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora