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Que estos dos se casen...

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Emiliana

La pesada pierna de Malcolm encima de las mías me hizo despertar. Como pude me volteé y fue peor, esta vez enrollo sus brazos en mí.

— No te levantarás – Su voz ronca me hizo reír.

— Tengo hambre, cariño.

— Ya lo solucionó.

Se dio la vuelta y alzó el teléfono tras marcar un número.

— Trae el desayuno – Y finalizó la llamada.

— No eres nada amable – Mencioné.

— Tengo sueño y hambre, no soy amable en estos momentos.

Mi escandalosa risa a él lo hizo reír aún más. Me agarro por la cintura, quedando yo encima de él, y los besos comenzaron a subir de nivel. No le bastó la nochecita, aún tenía ganas.

El golpe en la puerta lo obligó a separarse de mi y se obstinó un poco más. Se levantó a recibir el desayuno, y me dejaba a la vista su maravilloso cuerpo. Mierda, si que soy suertuda.

— Espero estés hambrienta – Sonrió mientras rodaba el carrito en el que se encontraba la comida.

Ya sabía yo que el no podía ser normal y que trajeran algo sencillo, no, el debía de ordenar la cocina completa. Malcolm y sus exageraciones. Buen nombre para una película.

Mientras desayunábamos, conversábamos de temas tan diferentes que me hacían darme cuenta de que era un hombre tan inteligente que no lograba entender como pudo recurrir a ser un narcotraficante.

— Somos una pareja, y aún no hemos hablado más de nosotros – Mencioné.

— ¿Cómo que quieres saber de mí, cariño?

Ojalá esa pregunta me diera acceso a todo lo que quería saber. Pero sabía que a veces solía ser tan cerrado, que no sería fácil.

— ¿Hubieron más razones para divorciarse?

¿Es en serio? ¿Mi cerebro no pudo procesar otra pregunta?

— Sí, cariño. Existía la monotonía, y eso aburre una relación... Nos profesamos amor en nuestra boda y la luna de miel, ya después de eso ninguno de los dos supo lidiar con lo que teníamos hasta que descubrí que me era infiel y se acabó.

— ¿Y jamás intentaron tener hijos? – Su mala cara lo dijo todo.

¡Mierda a mí! ¿Hasta cuando tan indiscreta? ¿Por qué no elegí periodismo? Soy buena para las preguntas indiscretas.

— No soy de niños, Emiliana – Se sinceró – En mis planes no están tenerlos.

Golpe bajo. Mejor seguía desayunando en el incómodo silencio que se había formado después de su respuesta.

— ¿Por qué no funcionó tu última relación?

— Jamás supo lidiar con los celos, y me utilizaba... Después hubieron unos altercados y finalizó la relación.

— ¿Altercados cómo? – Dejó de desayunar para prestarme atención.

— Dos veces me golpeó – Confesé con vergüenza.

Malcolm soltó el tenedor con furia, ahora me arrepentía de haberlo dicho.

— ¿Cómo se llama?

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora