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Maratón 1/5

Malcolm

Podía pasar horas y horas contemplándola, verla dormir, tan relajada y sencilla... Su cabello estaba regado en su cara y mi pijama le quedaba perfecta, se que ella creía que no había que no tenía sostén pero si lo vi, y muy bien.

Hansel me envío un mensaje diciendo que estaba afuera, y salí, eran las once y ella seguía durmiendo, pero no tenía ganas de levantarla en lo absoluto. Nos habíamos acostado tarde y aunque yo fuera un hombre que no durmiera, no aplicaría lo mismo con ella.

— El yate está listo, y he pasado por su casa para hacer reconocimiento, las serpientes no están allí.

— Ayer Valentino se me acercó y me llamo por el apodo, se que ella no le dio importancia pero ahora le tiene el ojo puesto a Emiliana.

— ¿Y por qué Valentino se te acercó? ¿Que busca ahora?

— No lo sé, pero seguidlo. Quiero saber que hace, con quien se reúne y donde.

Hansel se retiro mientras que yo iba a la cocina por jugo, me dolía la cabeza pero algo leve, no quería darle importancia para no ponerme peor.

— ¿Que hora es? – Su voz adormilada era aún más sexy.

Voltee y allí estaba, apoyada en el umbral de la puerta, despeinada y con mi pijama. Una mañana que todo hombre quisiera tener.

— Son las once, no has dormido nada.

— Me he levantado sola... Y tu tampoco has dormido. ¿Cuánto tiempo tienes despierto?

— Como dos horas. ¿Quieres jugo?

Asintió y le serví un vaso de jugo, mientras que se sentaba en los taburetes de la barra. Se veía aún más preciosa recién despierta, y sus labios más provocativos que nunca.

— Te llevaré a tu casa para que te cambies porque iremos a dar un paseo.

Me miro confundida pero sin despegar la boca del vaso, parece que estaba hambrienta y no decía nada.

— ¿A donde?

— Es una sorpresa, tu solo ve a cambiarte.

— No se a donde es, así que no se que ponerme.

Hizo un leve puchero, lo que me produjo risa pero no me sacaría información de esa manera.

— No te diré a donde iremos, Emiliana. Vamos, se nos hará tarde.

Se levantó del taburete y fue hasta la habitación para buscar lo que le pertenecía. Era extraño tener a una mujer durmiendo en mi casa, una vez más. No sabía ya lo que esto se sentía, es un sentimiento amargo.

Emiliana salió de la habitación sosteniendo el vestido, y aún con mi pijama puesta pero esta vez con los tacones que tenía. Aunque no pudiera dejar de reírme, lo intente para que ella no quisiera golpearme.

— Malcolm, deja de reírte.

— Está bien, vamos – Hable entre risas.

Marque el ascensor hasta el sótano mientras que la veía acomodarse por lo incómoda que estaba, pero eso me permitía observar aún más su belleza.

La sonrisa que me dedico cuando le abrí la puerta del auto, mierda... Como agradecía verla, era tan única. Tan ella.

Y se que me estaba encaprichando con Emiliana... Y que tal vez todo terminaría mal, porque así es conmigo, todo termina mal... O muerto, en el peor de los casos.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora