Pst! Pst! Ya me sigues??? No??? Has herido los sentimientos de Mirna!!!!
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-Las chicas no están aquí, ninguna, las dejamos ir. Mis hombres se encargaron de comprarles los pasajes de vuelta a casa. Estaban secuestradas, algunas por mucho tiempo, no podía detener su regreso a casa- le explico.
-¿Por qué habría de creerte?- pregunta con amargura.
No puedo culparla, en su lugar también sospecharía. Recuerdo la respuesta que Meño le dio a esa mujer.
-Porque las saqué de ese lugar, sin tener la obligación de hacerlo- le respondo tratando de sonar ofendido.
-Por favor discúlpame. No quise ofenderte- se disculpa. -¿A dónde se llevaron a Clara?- me pregunta. He aquí la respuesta que temía.
Sin rodeos, me pidió. Bien, aquí voy.
-No había ninguna Clara entre las que trajimos. Una de las mujeres escapó, entró en pánico cuando empezó el enfrentamiento, no pudieron detenerla. Otras dos murieron junto con uno de mis hombres. Clara, puede estar entre esas tres que no pudimos identificar. Lo siento mucho- le digo con seriedad, sé lo que esto puede significar para ella, sobre todo si Clara era su amiga de mucho tiempo.
-¡No!- da un grito y empieza a llorar -¡Es mi culpa, es mi culpa!- grita mientras se empieza a desvanecer al piso. No me gusta verla así.
-No Emma, no- le digo tratando de consolarla a la vez que intento levantarla, pero ella me rechaza. Suspiro con frustración. -Eran demasiadas, fue casi un milagro que solo hayan muerto dos- le digo y me arrepiento.
¡Vaya manera de dar ánimos!
Estoy parado detrás de ella, mientras llora amargamente en el suelo. Me siento desesperado por no poder aliviar su pena, así que le doy su espacio, pero no estoy dispuesto a permitirle que se lastime. Pasé muchas horas de angustia esperando su recuperación, como para retroceder ahora.
Cuando decido que es suficiente, la tomo de la cintura y la levanto con delicadeza, encaja tan bien en mis brazos, empiezo a sentir un calor que recorre todo mi cuerpo. Aunque no me rechaza, sigue llorando y eso me impacienta.
-Si no te calmas tendré que sedarte- le advierto. -Ven- la llevo a sentarse a la cama. La escucho tranquilizarse poco a poco.
-¿A cuántas salvaron?- pregunta más relajada.
-29 contigo- respondo.
-Tantas vidas arruinadas por la ambición de un hombre y para el deleite de muchos- dice con dolor y eso despierta en mí una sed de venganza. -Tienen que pagar por lo que hacen- agrega con rabia.