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Toco en la habitación de Lety, que está cruzando el pasillo, casi frente a la mía.
-Adelante- la escucho responder. Me sonríe como si fuéramos cómplices de alguna travesura.
-¿Feliz y contento?- pregunta.
Me conoce bien. Solo le sonrío. No tiene caso ocultarle nada.
-Más que eso- le digo. -Escucha, voy a salir, Emma se quiere dar un baño. ¿Puedes estar al pendiente?- ella asiente. -También asegúrate que se tome el medicamento para el dolor. Gracias Lety, eres la mejor- le digo con una sonrisa, me dirijo hacia afuera, pero me acuerdo de algo y regreso. -Ella no sabe a ciencia cierta a qué me dedico, trata de no revelárselo, lo haré cuando sea conveniente- le digo.
-Cómo tú digas- como siempre, leal.
Salgo de ahí y me dirijo atrás del granero, a la cochera. Ya están esperándome.
-Vaya, ya era hora, me recrimina Vargas- por lo visto está de mal humor. Yo en cambio, no.
-Vámonos- les digo a los hombres.
La reunión de hoy es importante, porque el consumo sube considerablemente en las próximas fechas, tengo que mantener bien surtidos a mis distribuidores y a los clientes que prefieren comprarme a mí. Así que, tripliqué el pedido que normalmente hago, el Colombiano viene a supervisar personalmente la entrega de la mercancía, yo en su lugar haría lo mismo.
Nos reuniremos en Mexicali, en una dulcería que le sirve de fachada a la organización, ahí guardamos toda la mercancía. Y desde ahí hacemos la distribución hacia Estados Unidos y mis clientes de aquí. Cuando llegamos ya está el Colombiano y su gente en el lugar. Un grupo de hombres está descargando la mercancía.
-¿Quiubo mijo?- me saluda en cuanto me mira. Le extiendo la mano con una sonrisa, pero él me jala para darme un abrazo. -¿Por qué tan frío, pues? Si después de esta venta usted y yo vamos a ser como hermanos- comenta, yo río ante su ocurrencia.
-¿Cómo estuvo el viaje Colombiano?- le pregunto.
-¿Qué pasó pues? Usted dígame hermano, ya nunca más me llame así- me dice.
Siempre me ha parecido cómico el modo de hablar de ellos. Así que sonrío ante su ocurrencia y su acento.
-Está bien hermano, espero que hayas tenido un viaje sin contratiempo- le digo a modo de saludo.
-Ya sabe que yo, nunca tengo contratiempos y si los hay los elimino- dice mientras le da una palmada a la pistola que trae en su cintura, yo lo percibo con un toque de humor, pero sé que está hablando muy en serio, en este mundo cualquier contratiempo se elimina con dinero o con balas y a él, le encantan las balas. -Mire pues, venga pa' acá, quiero que vea la calidad de esta merca- dice. -Escoja usted el paquete que quiera hermano, pa' que vea que no hay trampa en esto pues- me dice.
Le hago caso, agarro un paquete al azar de entre los que están bajando son del tamaño de un ladrillo, están envueltos en papel y tape, se lo lanzo a Vargas, él es el catador oficial. Con una navaja le hace un agujero, saca un poco del polvo blanco en la hoja de la navaja y lo deposita en su lengua. Asiente positivamente.
-¿Toda la mercancía está así hermano?- le pregunta Vargas en tono casual.
-Mire pues este man, si yo a usted no lo autoricé a llamarme hermano. Cuanta confianza- le reclama el Colombiano.