Algunos meses después...
El fulgor del modesto diamante que adorna el anillo que elegí para Emma, me tiene hipnotizado. No es precisamente su belleza la que me tiene embelesado, sino todo aquello que encierra: las promesas de toda una vida al lado de ella.
Estos últimos meses han sido los más felices de mi vida. Creí imposible dos cosas, la primera era que mi amor por Emma no podía crecer más y la otra, que nunca amaría a nadie como la amo a ella, en las dos me equivoqué. Mi amor por Leticia es infinito, es una hermosa princesa que me ha robado el corazón, no creí que existiera esa clase de amor, mucho menos llegar a experimentarlo algún día, pero así es. También, mi amor por Emma crece cada día que paso a su lado, es una mujer atenta, cariñosa, bondadosa y una madre admirable.
Nuestra vida ha transcurrido con calma estos meses. Nos mudamos a una casa con más espacio, en una agradable zona familiar y más cerca de la casa de Matt y Amy.
Las cosas en el trabajo han ido mejorando, me he ganado la confianza de algunos compañeros y me han dejado a cargo algunas investigaciones, las cuales hemos cerrado con éxito. Por su lado, Emma abrió una agencia de investigación con sus antiguos compañeros de trabajo. Ahora está más enfocada en la administración de la misma que en las investigaciones, aunque de vez en cuando toma algunos casos.
Sé que extraña su trabajo aunque no lo ha dicho, yo prefiero que no corra riesgos innecesarios, ya tuvimos suficientes tragedias en nuestra vida, como para llamar a más, además disfruta mucho pasar más tiempo con nuestra hija.
No le he revelado, ni creo hacerlo, el hecho de que Vargas sigue con vida. No le veo caso, ella está tranquila así y no pienso ensombrecer con esa información el pequeño paraíso que estamos formando entre los dos.
Pero me mantengo al pendiente de mi enemigo. La ha pasado realmente mal, totalmente aislado del resto de la comunidad de convictos, pero no pienso sentir ni una pizca de piedad por él. Por mí, que se pudra en lo más recóndito de su celda.
-¿Ángel, ya firmaste los informes del caso?- Rita, una de las asistentes del departamento, me interrumpe de mis cavilaciones. Aun trae en la cabeza un gorrito de celebración de cumpleaños del pequeño convivio que me organizaron a la hora de la comida.
-Sí, aquí están- le digo entregándole una carpeta.
Ella posa sus ojos en la caja que está sobre el escritorio y abre la boca en una perfecta "o".
¿Qué pasa con las mujeres y los diamantes?
-¡Oh por Dios! ¿Se lo propondrás a Emma?- pregunta demasiado emocionada. Solamente asiento un poco confundido por su reacción. –Deberá ser un momento muy especial, las mujeres soñamos con esto desde que somos niñas ¿Ya tienes todo planeado?- inquiere con curiosidad.
Como si necesitara más presión en estos momentos. Aun conociendo con claridad los sentimientos de Emma, no puedo evitar sentirme nervioso.
-Todo está bajo control- respondo, aunque ya no me siento tan seguro de que así sea.
-Entonces platícame- exige con urgencia mientras se sienta frente a mi escritorio.
La miro con incredulidad, esperando que en cualquier momento se disculpe por entrometerse de esta manera en un asunto tan personal, pero al ver que no lo hace, empiezo a relatarle con incomodidad.
-Reservé en nuestro restauran favorito. Iremos a cenar y ahí se lo propondré- le digo a grandes rasgos. Ella me observa como si esperara más información de mi parte. –Es todo- agrego.