Despertar

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Tony miró un par de veces por encima de su hombro, pero ya no pudo ver al anciano San Pedro. Detrás de él se extendía una neblina densa. Delante de él, a unos pasos, iba Sharon y unos pasos más allá, el ángel. Todo lo que alcanzaba su vista era eso, lo demás era blanco, blanco y más blanco. Se estaba poniendo nervioso.

No fue hasta que el ángel se detuvo, que la neblina se disipó. Tony vio, entonces,  miles de hilos dorados a su alrededor. Iban y venían por todos lados, tejiendo alrededor de ellos una especie de telaraña.

—¿Qué...?

—Todas las almas tienen un destino—dijo el ángel señalando con su mano el entramado de hilos—. Una vida.

Tony abrió la boca maravillado y se preguntó si recordaría todo  una vez que volviera a su hogar.

—Buscaré sus hilos—dijo el ángel—. Su pase, señora Rogers, por favor.

Sharon le entregó su pedazo de pergamino. Y mientras el ángel trabajaba, Tony curioseo. Los hilos le recordaron el antiguo mito de las Moiras, quienes tejían, medían y cortaban los hilos de vida. Le pareció de lo más interesante. Pero más interesante le pareció lo que vio entre los hilos dorados: hilos rojos que las hebras doradas tenían entre sí, es decir, iban de una a otra, atadas a sus cabos.

—¿Qué son esos?—preguntó señalándolos.

El ángel había encontrado el hilo de Sharon y éste tenía atado un hilo rojo, sólo que el otro extremo de ese hilo debía estar muy lejos, puesto que se perdía entre más hilos dorados.

—Las almas tienen destinada otra—dijo el ángel.

Tony abrió la boca, era justo como esa leyenda japonesa que había escuchado alguna vez; donde un hilo rojo une a las personas destinadas a amarse. Tony suspiró, esa mujer, que le parecía horrible, tenía un lazo rojo, alguien la amaría y ella a ese alguien... claro que, no debía ser ese esposo suyo.

—Este es el camino marcado por San Pedro para usted, señora Rogers—el ángel le tendió el hilo dorado y la cubrió lentamente con él—. Buen viaje.

Tony vio como el hilo la rodeaba de pies a cabeza como si se tratara del vendaje de una momia. Después, el hilo se desenredó y la mujer ya no estaba.

—¿Qué le pasó?—preguntó Tony.

—Sólo fue al cuerpo al que le pertenece ese hilo—explicó el ángel con voz monótona—. Su pase, señor Stark, por favor.

Tony le tendió su pergamino, aún, embobado con lo que acababa de ver. El hilo dorado que representaba la vida de la tal Sharon aún bailaba suavemente frente a él agitando el hilo rojo atado en él.

—Aquí, señor Stark.

Tony volteó y vio el hilo que le correspondía. Era un hilo dorado, como todos los demás, pero había en él algo triste. Tony sintió un hueco en el estómago; su hilo no tenía atado ningún otro de color rojo. Estaba solo.

—Este es el camino marcado por San Pedro para usted, señor Stark.

Tony  suspiró resignado; una vida solitaria era lo que había tenido hasta entonces, no debía de sorprenderse que fuera así por siempre. Se dejó envolver por el hilo, pero su resignación no calmó la desolación que sentía. Él no tenía un hilo rojo... él no tenía a nadie destinado para amar y que lo amara. Por alguna razón, sintió ganas de llorar. 

Su vista se cubrió de dorado.

—Buen viaje—escuchó que le decía el ángel.

Y cerró los ojos.

***

Las ganas de llorar no desaparecieron tan pronto como hubiese querido. Soltó un par de lágrimas y las sintió caer por su sien hasta su oreja. Estaba recostado en alguna cama; podía sentir el colchón bajo su cuerpo, la almohada bajo su cabeza; y, a lo lejos, un "bip, bip" continuo.

"Ah, debo estar en el hospital" pensó. No podía ser de otra manera si había tenido un accidente automovilístico; lo cual era lo más probable, porque estar en el auto era lo último que recordaba, antes de ver a San Pedro. 

"Bien" se dijo "es hora de despertar". Ya podía imaginarse a Pepper a su lado, con el ceño fruncido, pero a la vez con expresión de alivio. Ya estaba escuchando el regaño que ésta le pondría por conducir en estado de ebriedad. Ya estaba imaginando la multa que habría de pagar por daños en la carretera. Ya podía ver los periódicos con su imagen en ella, diciendo que se recuperaba de sus heridas. "¿Me rompí algo?" pensó e hizo un alto. En realidad, nada le dolía, excepto por un hueco en el estómago, que bien podía ser de hambre, lo que le recordaba que tenía unas donas gourmet en su alacena. Volvió a hacer un alto, suficiente de pensar en tonterías, era hora de abrir los ojos y enfrentar la vida de nuevo.

Lentamente levantó los parpados. Lo primero que vio fue la luz mortecina que colgaba del techo blanco del hospital. Veía un poco borroso, le pesaban los brazos así que desistió de intentar tallase los ojos,  sólo parpadeó y giró el rostro a un costado para escapar de la luz.

Ahí, sentado en una silla junto a su cama, estaba alguien que no era Pepper, y que ni siquiera era alguien conocido. Era un hombre joven, atlético y rubio, que dormitaba en la silla con los brazos cruzados en su pecho.

Tony frunció el ceño. ¿Quién era ese?

El hombre dio un respingo, se dio cuenta que se había estado quedando dormido y se talló el rostro para despejarse. Entonces, reparó en Tony y suspiró con alivio.

—Despertaste—le dijo en voz baja.

Tony asintió, atontado. Descubrió una cosa que le dolía: la cabeza.

—¿Qui...quién eres?—preguntó en el mismo tono bajo de él , y con la garganta seca.

—¿No me reconoces?

Tony negó.

El muchacho suspiró de nuevo— El médico dijo que podía pasar—le dijo—no te preocupes, sólo estás un poco aturdida.

—¿Quién eres?—insistió, Tony.

—Steve... Steven Rogers, soy tu esposo.

—¿Ah?—Tony no asimiló las últimas palabras, ¿qué había dicho ese demente?

—Iré por el médico, Sharon—dijo Steve al tiempo que se levantaba de la silla—, tranquila ¿sí? No tardo.

Steve desapareció del campo visual de Tony, quien se quedó mirando la silla vacía. ¿Qué acababa de decir ese tipo? ¿Esposo? Pero si él no estaba casado... ¡y menos con un hombre! ¿Qué clase de broma era esa? Seguramente, Pepper le quería dar una lección y había preparado una broma. Sí, eso debía ser.

Se sintió cansado y cerró los ojos de nuevo, dormiría un poco más y al despertar, el hombre llamado Steve se habría marchado, quizá, no era más que una alucinación causada por los sedantes. Pero, entonces, recordó. Recordó donde había escuchado el nombre con el que Steve lo había llamado.

Y se incorporó de la cama como si tuviera un resorte en la espalda.

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Espero que les haya gustado. 

Sé que no es muy agradable que Tony esté en el cuerpo de Sharon, pero es parte de su lección de vida por parte de San Pedro, y les aseguro que tengo una buena razón para torturarlo un poquillo XD.

Por otro lado, no saque la idea de una serie, pero supongo que he visto muchas películas de cambio de cuerpo jaja. Tenía ganas de hacerlo, lo llevo planeando desde hace mucho, pero como me pasó con mi historia de navidad, no había encontrado la pareja perfecta, en el escenario perfecto, hasta ahora. ¡Bendito seas Stony!

<3

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El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora