Confesión

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Latveria ||

Sentado en una silla en una habitación oscura y húmeda, Reed aguardó quieto, consciente de los guardias a sus costados, aunque no tenía miedo de ellos. Hace un par de años había estado ahí y no precisamente en calidad de prisionero. Se sabía en los sótanos del palacio, pero incluso desde ahí podía presentir el alboroto de arriba.

No tuvo que esperar mucho para que Víctor apareciera en la habitación y echara a los guardias.

—Vayan a reforzar la puerta—ordenó y así, ambos se quedaron solos.

Reed le miró con los ojos entornados, Víctor encendió la luz, mortecina, pero suficiente para poder verse con cierta claridad.

—¿Qué sucede allá arriba? —preguntó Reed para romper el hielo.

—¿Por qué pasaría algo allá arriba?

—Tú cara no luce complacida, mucho menos triunfante. ¿Stark escapó y no puedes recuperarlo?

Víctor frunció el ceño.

—Sabes lo que sucede, tú los trajiste. ¿Por qué?

—¿Por qué no?

—No juegues conmigo Reed. Los atraparé porque no pueden salir de aquí, su avión está rodeado y es cuestión de tiempo para que se les acabe la energía o las municiones. Y esos dos están escondidos en algún lado. Y no sé por qué, pero no creo que te dejen aquí.

Reed suspiró.

—¿Crees que vendrán por mí? Es posible, sí. Pero ¿sabes? No serán ellos quienes pierdan.

—No llegaran aquí. Los capturaré pronto. Rogers es un tipo común con un estúpido escudo y carga con un bulto indefenso, ¿cómo podrían escapar?

—No lo entenderías, Víctor.

—¿Qué no entendería?

***

Capitán—Steve escuchó la voz de Sue de nuevo en su auricular—, estamos perdiendo energía, si no nos vamos pronto, no podremos despegar.

Steve suspiró.

—Quince minutos—pidió—, ¿podrán resistir ese tiempo? Iremos por el Dr. Richards.

Lo haremos, Steve—Esta vez era la voz de Peggy—, pero dense prisa.

—Vamos en camino—aseguró Steve, cortó la comunicación y giró el rostro para ver a Tony—¿Listo? Es hora de irnos.

Tony le sonrió, estaba dentro de su traje, a excepción de su rostro, había revisado los sistemas y conectándose con Jarvis.

—Tú mandas, cap—le dijo y la careta de su traje bajó hasta cubrirlo por completo.

La figura de los dos hombres se recortó contra la luz que entraba en la oquedad en la que estaban resguardados. Escucharon los pasos de una tropa acercándose, seguramente habían visto la caída de la armadura en aquel punto. Ellos ya lo esperaban. Intercambiaron un asentimiento y salieron a la luz.

Los recibió una lluvia de balas, Steve avanzó cubriéndose con su escudo y noqueando a los soldados que encontraba a su paso; Tony avanzó con impunidad, activando los rayos en sus palmas para derribar enemigos. Eso resultó relativamente sencillo, se dijeron uno al otro.

—De vuelta al palacio, shellhead—Dijo Steve irguiéndose y mirando en dirección a, donde, instantes antes, Tony estaba capturado.

—Ja, ja, buen apodo—dijo Tony, activó sus propulsores y se elevó en el aire. Desde ahí le tendió la mano a Steve—¡Adelante!

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora