Maldad

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Tenía meses que Bucky no subía al estudio de Steve, ese donde éste solía pintar o hacer sus bocetos, así que curioseo un poco mientras Steve buscaba algo dentro de los cajones de su escritorio. Había muchos dibujos de un par de ojos, algunos con color, otros sólo a lápiz. Si Bucky los ponía frente a él, podía completar esas miradas con el resto del rostro de Tony Stark. Con uno de ellos en la mano volteó a ver a su amigo.

—Tienes un problema—le dijo, pero Steve sólo rió por lo bajo—. ¿Qué querías mostrarme?

Steve le pidió que se acercara y Bucky se sentó frente a él en el escritorio. Steve puso sobre la mesa algunos folletos.

—Tal vez es muy prematuro, pero sabes que puedes decirme, si me estoy pasando de la raya...

—¡Vamos, hombre! ¡Cómo si pudieras hacerlo!

Steve rió.

—Bueno, verás—dijo—, cuando pasó lo del aborto de Sharon, ¿recuerdas?

Bucky asintió. ¿Cómo olvidarlo? Había sido en un cumpleaños de Steve que aquella dio la noticia como si escupiera un chorro de veneno.

—Recuerdo que me puse muy triste, no por el aborto en sí, sino porque ella, también dijo que no podría tener más hijos. Pensé que eso significaba que mi deseo de ser padre se desvanecía—continuó Steve.

—Siempre ha sido algo que has deseado.

Steve asintió.

—Pero luego pensé que lo yo quería era ser padre, ¿cierto? No procrear en sí. Claro que tener hijos biológicos habría sido genial, pero si no podía, entonces, no importaba, porque lo que yo deseaba era una familia. Y pensé: ¿cómo puedo tenerla? Claro, en ese tiempo era lo suficientemente ingenuo como para pensar que las cosas entre Sharon y yo podían mejorar, estabilizarse de nuevo y que quizás podríamos plantearnos otras posibilidades para tener hijos—explicó Steve—. Investigué algunas opciones como la de un vientre subrogado, pero, también la adopción.

Bucky asintió y sujetó los folletos que Steve tenía sobre la mesa.

—Es una opción, Buck. Sé que se sienten mal ahora y tristes, pero no es un callejón sin salida.

—Lo sé, es sólo que no sé como manejarlo.

—Tomate tu tiempo—le dijo Steve—; ahorita tienen muchas presiones: lo de Pietro, el recital, incluso la boda de Pepper... vayan desahogándolas poco a poco, pero hablen del tema, no lo evadan porque puede que eso los lastime más adelante.

Bucky asintió.

—¿En tu búsqueda, encontraste algún lugar que te pareciera propicio para adoptar? —preguntó.

—Sí. Cuando estaba por terminar la academia de arte, estuve dando clases en una escuela. No sé, si recuerdes

—Ah, sí, esa de niños superdotados o no sé qué.

Steve asintió.

— Me hice amigo del director, así que cuando sucedió lo del aborto, hablé con él. Me dio varios consejos, y también me instó a considerar a sus niños. Su escuela es como un orfanato, asisten niños brillantes, pero que carecen de lo más elemental para ser felices: una familia. Les falta amor y yo que los traté, puedo decirte que están ávidos de él.

—En cierta forma, todos los niños que se quedan huérfanos lo están—dijo Bucky—, no importa si sus cerebros son una maravilla o no.

—Así es, pero niños extraordinarios, necesitan padres igual de extraordinarios. Y tú y Nat, sin duda, lo serán.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora