Siempre

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Un par de meses después de la boda de Pepper, llegó la llamada que Steve y Tony habían estado esperando.

La primavera había llegado y ellos aprovechaban el buen tiempo para hacer un picnic en el jardín. Sobre una manta a cuadros Tony estaba sentado con Johnny en su regazo, entreteniéndolo con un juguete. Steve estaba recostado con Peter sobre su pecho, dormido. Estaban a la sombra de un enorme árbol que, según contó Tony, lo había plantado el mismísimo Howard Stark. Era especial porque no era común que Howard hiciera trabajos de jardinería. Sobre la manta, también reposaba una canasta con alimentos varios y bebidas. Dodger se había cansado de correr de un lado a otro, aventando su pelota y, en ese momento, descansaba sobre la hierba panza arriba.

La mudanza a la mansión Stark había sido relativamente sencilla, considerando que tuvieron que comprar casi todo lo perdido, excepto algunas cosas que sobrevivieron, como el uniforme y escudo de Steve, y otros objetos que Tony se negó a dejar, a pesar de que algunos estaban un poco chamuscados. Steve había re-construido, en un arduo día de trabajo, la cuna de los niños, y en otro, la casa de Dodger, sin descansar y a pesar de que el médico le había prohibido hacer esfuerzos. Tony no había podido detener su ímpetu, además, tal vez por designio de San Pedro y como le había pasado a él en su segundo accidente, Steve había sanado rápidamente.

Tony había mandado derribar una parte de la pared de su habitación que colindaba con otra, designada a los niños; esto para replicar la puerta que unía a ambas en la antigua casa. También decoró la habitación, aunque, lamentablemente, no pudo ser con los dibujos de Steve; no tenían mucho tiempo, o más bien, querían instalarse rápido. También tuvo que hacer espacio en su vestidor para Steve, algo provisional, porque, prometió, mandaría a hacerle uno propio, aunque Steve le recalcó que estaba bien con el espacio y no necesitaba más.

También habían cargado con otro par de bultos de la otra casa: Thor y Loki, quienes, por razones desconocidas, no querían marcharse aún a su hogar. Los habían instalado en otra ala de la mansión lo que permitía privacidad para ambas partes. Pero no tardarían en verlos salir al jardín; uno para tomar aire fresco, el otro para corretear con Dodger por ahí, escarbar hoyos en el césped y demás. Pero, en ese momento, sólo era la familia Rogers-Stark, pasando un momento dulce de tranquilidad.

Johnny sonrió mostrando sus encías, le estaban saliendo sus primeros dientes inferiores; y su sonrisa hizo a Tony sonreír también. Sus dos pequeños habían comenzado a dentar unos días atrás. Los orgullosos padres se encargaron de tomarles fotografías y de escribir en su diario de crecimiento el importante hecho. Lo único malo fue que la salida de los dientes provocó ciertas incomodidades en los bebés, quienes lloraban y estaban molestos durante casi todo el día.

—Tequila—había dicho Tony—, mi papá me ponía tequila en las encías para adormecerlas y no me dieran comezón.

—Tony, no—había contestado Steve.

—Es un poquito, una embarradita.

—Tony, no.

—¿Hacemos la prueba?

Steve no lo permitió, pero Tony tenía confianza en sí mismo de lograr hacerlo ceder.

Ahora, la sonrisa de sus hijos se volvía un poco chistosa, pero también más tierna. Estaban creciendo, y lo hacían muy bien.

En fin, como decía, la llamada llegó y lo hizo justo en el momento que Tony y Johnny reían; y Steve y Peter dormían. Sonó el teléfono celular de Steve, dejado descuidadamente, también, sobre la manta a cuadros; había sido usado momentos atrás para unas cuantas fotos y vídeos.

Tony no quería despertar a Steve, así que, sin pararse a pensarlo, contestó. Al principio creyeron haber llamado a un número equivocado, pero después, cuando Tony aclaró quién era, escuchó la voz aliviada de Peggy del otro lado de la línea.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora