Hermanos

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Bucky salió a su patio trasero al escuchar golpeteos en la casa contigua, es decir, la casa de Steve. Atravesó el césped hasta la cerca que dividía los patios y se acodó en ella.

—¡Hey, punk! ¿Qué haces? —preguntó.

Dodger fue el primero en atender su llamado, se paró sobre sus patas traseras e intentó escalar la cerca. Steve volteó a verle y le sonrió.

—¿Qué tal, Buck? Estoy haciendo una casa para Dodger.

Bucky acarició al mencionado desde su lado de la cerca, al mismo tiempo, pudo ver el trabajo de su amigo, efectivamente, aquello era una casita de madera para el can. También se dio cuenta que la puerta de entrada tenía un agujero cuadrado en la base, sin duda, su puerta de entrada y salida a la casa.

—Pudiste comprarla, ¿sabes?

—Sí, pero quería hacerla yo—Steve se levantó del pasto y se sacudió el pantalón antes de acercarse a la cerca.—¿Y tú qué haces?

—Esperando a Nat.

—Se van hoy, ¿verdad?

Bucky asintió. En el auto ya estaban las maletas y los salvavidas. Se marcharían un par de días a la playa, ya tenían todo planeado. Sólo tenía que esperar a su esposa, quien se sabía marchado con Tony a quién sabe dónde, y, por cierto, hablando de eso:

—¿Sabes a dónde fueron?

Steve sacudió la cabeza de manera negativa.

—Sólo sé que fueron con Pepper, al parecer algo quería decirles.

—Caray, las mujeres parecen sociedades secretas—dijo Bucky—. Me dan miedo.

Steve rió.

—Ven acá, jerk, y ayúdame. También tengo algo que contarte.

Bucky levantó una ceja, se encogió de hombros y saltó la cerca para reunirse con él.

—¿De qué se trata?

—Es sobre Tony—le dijo Steve y, acercándose de nuevo a su obra, le indicó dónde debía sujetar las tablas—, pero necesito que abras tu mente.

—¿Qué? ¿Es extraterrestre? —bromeó Bucky.

Steve sonrió y negó.

—Sólo fuera de serie.

—Guack—Bucky hizo cara de fingido desagrado—, Dios, Steve, estás perdido, hermano.

—Je, je.

***

—¿Y usas bikini?

—Por supuesto, tengo una cicatriz de una bala... pero no hay nada que Bucky no haya visto ya.

Tony y Natasha rieron. Estaban esperando a Pepper en un café del centro, como hacía calor habían pedido tés fríos y tartas de frutas por antojo de Tony. El verano estaba en todo su esplendor y el sol era casi mortal, así que habían decidido quedarse dentro del establecimiento; sin embargo, había pronóstico de lluvia para la tarde; así era esa época del año.

—Tú podrías lucir esa pancita en bikini—dijo Nat con una sonrisa.

Tony negó, pero también esbozó una sonrisa. Y es que, por fin, se estaba notando su embarazo. Ya podía sentir la curva de su vientre y verla con las playeras más entalladas.

—¿No quieres una, Nat?

—¿Te confieso algo?

Tony asintió al tiempo que bebía un poco de su té.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora