Anillo

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Tony despertó recostado contra el pecho de Steve. Abrazado a él. Al principio, fue todo lo que pudo comprender al despertar, después, dio cuenta de los detalles. Por ejemplo, que no estaban más en la sala, sino en la habitación principal, en la cama.

Se incorporó hasta sentarse y, tras suspirar, hundió el rostro entre sus manos. Lo había hecho de nuevo. Y esta vez, recordaba perfectamente como había pasado todo, una vez en el sofá y otra ahí, en la cama. No había sentido ningún tipo de duda entonces, pero ahora, sentía el viejo remordimiento de la vez pasada.

Steve despertó al no sentir a Tony cerca de sí. Desde su almohada vio la espalda encorvada de éste; se estiró, apoyándose en su codo, para tocarlo. Tony dio un respingo al sentir el toque y giró el rostro.

—¿Estás bien? —le preguntó Steve y Tony no supo que contestar, porque realmente no lo sabía.

Steve supuso, correctamente, que la ilusión permanecía y que Tony se recriminaba una vez más su infidelidad a Víctor y el haberse "aprovechado" de la "vulnerabilidad" de un viudo. Tony regresó la vista al frente, con la mente revuelta, tanto como sus emociones. Pero todo el sonido ensordecedor de sus pensamientos se detuvo cuando sintió el abrazo de que le cubría por la espalda.

—¿Steve?

—No te preocupes—escuchó que éste le decía, al tiempo que le besaba en la sien—. No has hecho nada malo.

—¿De qué hablas? ¡Por supuesto que sí!

Steve negó. Aflojó un poco el abrazo para que Tony pudiera voltear a verlo.

—Lo que hicimos anoche, pasó porque ambos lo queríamos, ¿cierto? No me estás haciendo nada malo, y yo no estoy confundido ni vulnerable ni nada eso.

—Pero...

—Y Víctor...—continuó Steve con un suspiro y un gesto de desagrado—. Bueno, te aseguro que no le has sido infiel a nadie.

Tony sacudió la cabeza, pero Steve detuvo su negación. Le acunó las mejillas y lo besó en la boca impidiéndole hablar y llevándolo de vuelta a la cama. Tony no pudo evitar sonreír contra esos labios, ni abrazarle cuando sintió su cuerpo sobre el suyo.

—Steve—murmuró cuando los besos se desviaron hacia otras partes de su cuerpo—. Espera... en serio...creo que... que...debería irme—eso último lo dijo empujándolo para detenerlo.

Steve suspiró.

—¿Quieres irte?

Tony tardó un par de segundos, pero asintió.

—Es lo correcto...yo...

—Te propongo un trato—le dijo Steve—. Ayúdame con la rutina matutina de los niños, desayunamos y después, te contaré una historia.

Tony frunció el ceño y se sintió un poco desprotegido cuando Steve se incorporó de la cama.

—¿Una historia? —preguntó.

Steve asintió y le sonrió.

—¿Qué dices? ¿Aceptas el trato?

Tony le sonrió de vuelta y asintió.

***

María Hill se apeó del automóvil cuando la vio salir del aeropuerto. Era inconfundible, con su traje sastre serio, su sombrero de ala ancha y sus zapatillas. Llevaba un abrigo colgando de un brazo, mientras que en el otro cargaba una maleta.

María saludó marcialmente.

—Bienvenida, agente Carter.

Peggy le sonrió.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora