Contrato

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Bruce apretó el teléfono contra su oreja y escuchó la voz alegre de una mujer del otro lado del auricular, sin embargo, no dudo en identificar a su gran amigo en ella.

¡Brucie! ¿Le creíste a Pepp? Porque si no, déjame convencerte.

—Dios, Tony... lo creo... ella no sabe imitarte.

Ni yo a ella, somos pésimos actores—bromeó Tony y Bruce sintió alivio al escucharle.

—Pero, Tony, ¿qué hay del capitán?

¿Steve? Es el amor de mi vida, Bruce. Es una laaarga historia, pero cuando vuelvas te la contaré.

—Debiste decirme algo, pudimos comenzar algún protocolo experimental para...

Brucie, es que no resultará. Es algo superior... algo así, pregúntale a Strange—dijo Tony despreocupadamente—. Pero volveré en cuanto aprenda mi lección.

—¿Cuál lección?

Quién sabe. Todo indica que la averiguaré hasta que la cumpla. Por el momento, sólo trato de ser feliz, y es bastante sencillo, ¿sabes?

—Me alegra escucharte hablar así, Tony—dijo Bruce—, aún recuerdo nuestra última plática.

Ah, lo siento—dijo Tony—, estaba algo deprimido, es la última vez que te agarro de psicólogo.

Bruce rió.

—Eso está bien, porque mis doctorados no me dan poderes.

Escuchó la risa de Tony del otro lado del auricular.

Brucie, ¿puedo pedirte un favor? —dijo al parar.

—Claro, Tony, lo que quieras.

Vigílame, quiero decir, a mi cuerpo. No dejes que haga algo estúpido.

—Oh, bueno...—Bruce levantó la vista y cruzó con la mirada la estancia, sorteó un par de meseros, científicos, directivos y empresarios; ahí estaba el cuerpo de Tony con una copa en la mano, tambaleándose y buscando apoyo en el brazo de Steve—. Haré lo posible. Tony, tengo que irme.

Ah, está haciendo estupideces, ¿cierto?

—No del todo, pero...

Corre, Brucie.

Bruce colgó y apurado, atravesó la sala. Sí, ya estaba convencido. Creía la historia de Pepper, de pe a pa. Su plática con Sharon había despejado sus dudas, ella no sabía los códigos con los que ellos se hablaban, no entendía ni papa sobre su investigación, ni recordaba la razón por la que Bruce había tomado unos meses de tratamiento contra el estrés. Nada. Ella no lo conocía, y Tony era el único que lo conocía así de bien. Era su gran amigo, aquel que estuvo con él y le ayudó en los momentos más difíciles, y si Tony le pedía algo, sin duda, lo haría. Así que corrió, tal como éste le dijo.

—¿Necesita ayuda, capitán?

Steve le miró y le sonrió con la mirada, bruce leyó en sus ojos un enorme "gracias". Bruce sujetó el otro brazo de "Tony" y juntos lo arrastraron fuera del salón.

—Tony, estás tomando demasiado—le dijo.

—Es lo único que puedo hacer—respondió Sharon arrastrando las palabras.

Bruce y Steve se miraron uno al otro, no hubo necesidad de más, ambos comprendieron que tenían que llevarle a su habitación en el hotel.

***

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora