Cerveza

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Tony encontró a Steve sentado en las sillas de playa en el patio trasero de la casa. Hacía frío así que para salir, se puso una chaqueta encima de su playera, el sostén lo había dejado en la sala. El capitán miraba el cielo con aire pensativo, y cuando escuchó el arrastre de la puerta tras él carraspeó y se reacomodó.

—Creí que estabas en la cocina—dijo, Tony, al tiempo que se sentaba en la silla contigua, pero en el borde y viendo hacia él.

—Estaba—Steve levantó la botella de cerveza que había sacado del refrigerador.

Tony sonrió y estiró la mano. Steve dudó un poco, pero terminó cediéndole la botella. Tony le dio un trago y esgrimió un suspiro de alegría. Steve metió las manos en los bolsillos de su pantalón y le miró en silencio.

La luz que los acompañaba provenía de la luna y del interior del hogar, pero podían verse uno al otro con claridad. Tony no le devolvió la botella, pero esbozó una media sonrisa. Quería y no tocar el tema de ese medio desnudo accidental, pero no sabía cómo empezar, además, Steve parecía distraído en otra cosa, su semblante lucía más serio de lo normal.

—¿Pasa algo?—preguntó

Steve negó lentamente.

Tony se mordió la mejilla interna. Resultaba que estaba nervioso, avergonzado y nervioso, por alguna extraña razón. ¿Qué más daba que Steve lo viera así? Total, el pudor no era cosa suya, muchas veces pasó el tiempo sin camisa... claro, antes era hombre... era curioso como cambiaba la perspectiva de las cosas. En fin, se dijo, no había mejor manera de afrontar las cosas, que con humor.

—¿Qué? ¿Te sorprendió mi delantera?

Steve frunció el ceño extrañado por aquella manera de preguntar, pero, al mismo tiempo, intentó reprimir una sonrisa. Tony, en cambio, sonrió completamente y le dio otro trago a la cerveza.

—No es como si no las hubieras visto antes ¿cierto? Y en escenarios más... movidos, ¿a qué sí? Y aun así te pusiste rojo como un tomate.

La sonrisa de Steve se liberó y sacudió la cabeza.

—Sí, pero... hace mucho que no las veía—confesó no sin cierta reticencia.

Tony parpadeó, y necesitó otro trago.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque... hemos estado distanciados.

—Mmh, ¿no los has hecho con tu esposa?—Steve negó y Tony se encogió de hombros—. Bueno, supongo que le pusiste remedio, ¿no?

—No entiendo.

—Dormiste con otras, supongo.

Steve le calvó la mirada, Tony sintió que había dicho algo que no debía.

—No—fue la sencilla respuesta.

Tony abrió la boca incrédulo, pero la mirada de Steve era tan clara, tan honesta, que terminó por creerlo, aunque en el fondo se negaba; un tipo como él, tendría a quién quisiera con sólo una palabra, incluso con un chasquido de dedos. Podía imaginar a Sharon siéndole infiel. Y no pudo evitar pensar que era un idiota descomunal, pero idiota y todo, era lindo. Casi como un hombre de antaño, al menos en cuestión de valores.

—¿Ni un desliz?

Steve negó.

—¿Cuánto tiempo tiene que no...?

Steve se encogió de hombros.

—Joder, seguro que ya eres virgen de nuevo. Se te va a olvidar como hacerlo. Deberías tener un round por ahí.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora