Padre

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El cielo tenía un color plomizo, aunque no había indicios de lluvia. Tal vez, pensó Loki, nevaría, puesto que hacía frío. Pero, quizá, se debía al estado de ánimo de su hermano, quien, ahora, estaba un par de metros más allá, al igual que el perro que lo acompañaba minutos atrás. El amigo de Thor había salido del hospital junto con su amiga pelirroja y el esposo de ésta. Al verlo, el perro y Thor se pusieron de pie y corrieron a su encuentro. Loki no se movió de la jardinera donde estaba sentado y desde ahí, observó lo que sucedía.

Tal vez sí, el cielo estaba coloreándose del estado de ánimo de Thor, porque éste se estaba contagiando del ánimo de Steve, quien estaba triste, más que triste. No es que estuviera gritando o llorando desgarradoramente. Lloraba sí, y no paraba. Gritaba sí, pero internamente. Thor conocía esa manera de dolor, por ello no le dijo nada, apoyó la mano en su hombro y lo apretó suavemente. Esperó a que Steve tuviera la fuerza para levantar la vista.

—Lo perdí, Thor—fue lo primero que el Dios escuchó de los labios de su amigo—. No sé, no tengo idea... ¿qué voy a hacer?... ¿cómo voy a vivir sin él?

Thor apretó un poco más su hombro.

—Amigo mío—le dijo—, eres valiente. El más valiente de los hombres que conozco, sé que enfrentarás esta batalla como tal. Porque, además, tienes dos motivos para seguir en pie.

Steve asintió.

—Mis hijos —dijo y se limpió, por enésima vez, las lágrimas. No sirvió de mucho, porque éstas se renovaron casi de inmediato.

Era algo que sabía. Sabía que no podía simplemente dejarse llevar por la tristeza, que tenía que seguir adelante, cuidar de sus bebés, verlos crecer... pero era duro pensar que todo ello, no lo viviría con Tony. Y la pequeña esperanza que tenía de que éste volviera a su cuerpo, casi se había esfumado cuando le vio entrar en aquella camilla y lo último que escuchó, de Pepper,  que estaba gravemente herido. Era duro pensar que el día que pensó sería el más feliz de su vida, se transformaba en el peor recuerdo de todos. Era duro pensar que volvería a su casa y Tony no estaría ahí, que no le escucharía más con su chachara científica, ni habría quién se comiera todas las donas de la alacena, o pusiera la estridente música durante las tardes. Era duro pensar que, incluso, en ese mismo instante, ya lo extrañaba.

Ser fuerte, salir adelante... sabía que era todo lo que tenía que hacer, lo sabía y sus amigos se lo decían, se lo recordaban y le daban su apoyo sin palabras. Compartían su pena, no estaba solo, no lo estaría y, aun así...

—... se siente como si no fuera a ser feliz nunca más—Steve le confesó a su amigo æsir, pero Natasha y Bucky lo escucharon también.

El reflejó de los tres fue abrazarlo y Dodger se pegó a su pierna con un gemido lastimero, Steve le acarició la cabeza después de dar las gracias a sus amigos. Loki observó todo ello desde donde estaba, aunque no se enteró de nada, vio que mientras ese pequeño grupo se sumía en la melancolía, otra chica pelirroja cruzaba las puertas de la entrada al hospital corriendo y seguida del supremo.

—¡Steve! —la escuchó gritar—¡Steve!

***

*****

—En serio, San Pedro—dijo Tony, al tiempo que seguía al santo por las puertas del cielo. Estaba un poco nervioso. Por un instante había pensado que lo había engañado y que eso de volver a casa con Steve y sus bebés había sido una vil mentira, pero se recordó que en el lugar que estaba aquello era imposible—, ¿no podemos dejar esto para luego? No sé, para cuando me muera de verdad.

San Pedro sacudió la cabeza y rió.

—No seas impaciente—le dijo.

—Ya fui muy paciente—le dijo Tony—, pasé gran parte de mi vida esperando ser feliz y ahora que...

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora