Ironman

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Se escuchó un resuello, casi como un quejido, al tiempo que, también, se escuchó como apartaban algunos objetos de metal. Steve apoyó su antebrazo y se obligó a empujarse hacia adelante. Le dolía todo el cuerpo, como si lo hubieran golpeado como en aquellos viejos tiempos de su juventud en Brooklyn. Se arrastró por el suelo metálico del avión, pero el dolor lo obligó a detenerse y a dejarse caer de espaldas, aunque lentamente, en el piso.

Cerró los ojos y suspiró despacio porque, incluso respirar, le dolía. Desde ahí escuchó el sonido del viento que se filtraba y fluía al interior de la cabina por la ranura de la puerta descuadrada y el parabrisas roto. Ese aire helado le alcanzaba las mejillas. Sabía que el traje que llevaba puesto lo ayudaría a mantener el calor, pero sabía también que aquello tendría un límite, y la tormenta afuera resonaba cada vez más fuerte contra el casco del avión.

Cuando hubo despertado de su inconsciencia, producto de su pelea con Vanko, supo que se habían estrellado; y era, en realidad, una suerte que se encontrara vivo. Levantó la mano para limpiarse la sangre que sentía fluir por su sien hasta su oreja; y pensó en Tony, casi le escuchó regañándole por haberse puesto en peligro de esa manera, ya podía imaginarle con la preocupación en las pupilas. Ahora, pensó, tal vez no le volvería a ver; o tal vez sí, al morir se podía ver a los ángeles ¿o no? Pensó y de inmediato se dijo que era un estúpido y sonrió tristemente.

—Cometió un error, capitán—escuchó a su lado.

La voz le obligó a abrir los ojos, al parecer, no había sido el único con suerte. Vanko estaba a unos metros de él atrapado entre escombros, y sólo la mitad de su cuerpo era visible.

—¿De qué le sirve, eh? ¿De verdad valió la pena? ¿Alguien se lo agradecerá?

—Es mi trabajo—contestó—, y sólo espero ser el adecuado para llevarlo a cabo. Esto no es sólo por ti, Vanko, también es por Hydra.

Vanko esbozó una risita.

—Morirá por Stark, capitán. Por defender su vida. ¿Sabe para qué quería obtener los diamantes? Quería eliminarlo, demostrarle al mundo que ese hombrecillo no es tan valioso. Él no es una blanca paloma, capitán, le aseguro que su muerte por salvar la de él, ha sido un error.

Steve le miró girando la cabeza hacia él y sonrió; un gesto que desconcertó a Vanko.

—Stark no robó nada, ninguno de los dos, si esa es la causa de tu resentimiento y por lo que le sucedió a tu padre. Pero sabes que Howard lo echó porque hacía justo lo que tú: vender armas a terroristas, armas creadas en Industrias Stark; y era algo que no podía permitir. Sus ambiciones no eran de ese tipo.

Sí, Steve había investigado, pero también había conocido a Howard Stark. Vanko le miró con el ceño fruncido.

—Yo detesto a las personas como tú—continuó Steve—. Al menos los miembros de Hydra pelean y mueren fieles a sus ideales. Tú sólo quieres molestar, tu pulla con Stark no es más que un berrinche. Eres un bully y nada más.

—Stark deshonró a mi familia.

—No este Stark, en todo caso.

—Defenderlo no ayudará, Capitán.

—Sólo intento ser justo. Habrías podido recuperar el honor de tu familia si así lo hubieras querido, tienes el genio... pero lo único que quieres es venganza. Una que no tiene caso y que no te traerá nada bueno.

—No me interesa recibir un sermón. Yo no tengo nada que perder, ¿y usted?

Steve le miró seriamente por un instante, antes de apartar la vista hacia el techo. La tormenta arreció y pudo ver copos de nieve filtrándose por la el vidrio roto. Pensó en Tony de nuevo, en la dicha que había tenido a su lado, y aunque le entristecía no poder verle de nuevo o no poder decirle cuanto le amaba; le bastaban esos meses a su lado. Porque al menos, se dijo, podía morir sabiendo lo que era el amor, amar y ser amado. Vanko jamás lo entendería. Tampoco tenía nada que perder, porque nada se había perdido de la vida, porque la miel de ésta le había bendecido por ese corto, pero maravilloso, periodo de tiempo.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora