Halloween

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—¿Dulce o truco?

Sharon vio el medio rostro de Víctor von Doom que le dejaba ver la puerta entreabierta. Era Halloween y había despedido al servicio. No quería ver a nadie ni esperaba, tampoco, alguna visita. Mucho menos, al gobernante de Latveria. 

Después de su llamada había estado esperando a que ésta fuera devuelta, pero las horas habían pasado, casi 24 horas, y nada. 

Entonces, sonó el timbre y, tras luchar contra la desidia y estar dispuesta a echar a los niños (si es que eran niños) sin darles ni un solo dulce, abrió.

—¿Qué...?

—Llamaste—dijo Víctor, parecía inusualmente contento—, querías hablar conmigo, ¿no? Me pareció mejor venir a verte y hablar frente a frente.

Sharon suspiró bajito y lentamente, esperando que el otro no lo notara. Luego, tamborileó los dedos sobre la madera de la puerta pensativamente, sin abrir del todo aún.

—Sí, bueno...—comenzó— ¿Sabes? Pepper tiene una especie de sistema de vigilancia aquí, así que... hablemos en otro lado.

Víctor ensanchó su sonrisa.

—Por supuesto, tengo el auto...

—No—Sharon esperó que esa negativa no haya sonado extrañamente apurada—, quiero decir... ¿me dejas conducir? Hacer tiempo que no lo hago.

—Claro—Víctor sacó las llaves de su bolsillo y se las tendió.

Sharon las vio brillar, por culpa de la luz de la entrada, tragó saliva y levantó un dedo frente a sí.

—Espera—dijo—. Voy por una chaqueta.

Víctor asintió. Sharon cerró la puerta y fue a hacer justo lo que había dicho. Sabía que lo que hacía era arriesgado, así que pretendía tener un poco de control sobre la situación. Realmente no confiaba en Víctor, no importaba cuán afable se mostraba para con ella (lo hacía, claro está, porque creía que era Tony).

Minutos después, salió de la casa y tomó las llaves que Víctor volvió a tenderle.

—¿A dónde vamos? —preguntó éste último cuando ocupó el lugar del copiloto.

—Por un café.

—Oh, ¿y donas?

—No, eso no.

Víctor levantó las cejas, eso era un poco raro, pero meh carecía de importancia. En ese momento, lo que importaba era que Tony quería hablar con él y de manera voluntaria. No había tenido que emboscarlo, Tony lo había buscado. No entendía el motivo, pero al igual que el asunto de las donas, no le importaba.

El auto se puso en movimiento y abandonaron la mansión Stark.

***

La noche de Halloween había llegado y las calles del vecindario de Steve y Tony se coloreó de tonalidades naranjas, de calabazas caladas con rostros escalofriantes e iluminadas, algunas con focos, algunas, tradicionalmente, con velas.

Tony observaba como Steve colocaba la última calabaza que flanqueaba los escalones que daban a su puerta. Las había modelado él durante la mañana. Tony se había divertido viéndole tallar las calabazas con un ahínco infantil y, también, se maravilló de lo creativas que resultaron ser. Terroríficas y bellas de una perfecta manera. No cabía duda que tenía como marido un artista... sí que tenía manos y dedos de oro (sí, eso aplicaba en otros asuntos también). Tony, por su lado, había instalado dentro de las calabazas un sistema de iluminación titilante, como el de una vela, sólo que no eran velas.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora