Tony

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Pepper frunció el ceño. No conocía a esa mujer, pero era evidente que ésta a ella sí. Aguardó unos segundos con la mano en el pomo de la puerta de la habitación de Tony. Su mente trabajó al mil por hora intentando ubicar en dónde podría haberse topado con esa rubia. La primera respuesta que le llegó fue que, quizás, esa chica era una de las muchas amantes de su jefe. Rodó los ojos, soltó el pomo de la puerta y con un gesto de cansancio, cruzó los brazos sobre su pecho.

Tony, en el cuerpo de Sharon, sonrió ingenuamente. Estaba seguro que una vez que le contara a Pepper lo ocurrido, recibiría su ayuda. Caminó hacia ella con paso ligero.

—Pepper—le dijo cuando estuvo a unos cuantos pasos—, me alegra tanto verte.

Su alegría era tanta que, sin pensarlo, la abrazó y exhaló aliviado. Sin embargo, bajo su abrazo, Pepper permaneció inmutable, rígida y severa. Se lo quitó de encima con un movimiento calculado.

—¿Quién eres y qué quieres?

—Pep, soy yo, Tony.

Nada más soltarlo, se dio cuenta que no había sido la mejor manera de empezar con la conversación. Pepper le miró con el gesto contraído, no supo que contestar, así que se limitó a eso.

—Bueno, quiero decir, no del todo, pero soy yo—Tony intentó componer las cosas—. Sé que suena raro, pero...

—No tengo tiempo para esto—dijo Pepper y mantuvo el brazo extendido para guardar la distancia—. No tengo idea de cómo te enteraste, pero no te aprovecharas de esto.

—¿De qué hablas, Pep?

—Seas quien seas, por favor, vete y no digas nada. De lo contrario nuestros abogados se harán cargo del asunto.

—¿Decir qué? Pepper escúchame—Tony intentó acercarse de nuevo, pero la chica dio un paso atrás—, yo soy Tony, Tony Stark. Es probable que hayas notado que me he comportado raro y eso es, nada más, porque esa mujer está usurpando mi cuerpo... en cierta manera, yo usurpo el suyo... pero soy yo, soy Tony.

Pepper resopló molesta. Esa era nueva.

—No vas a engañarme—le dijo y volvió a poner la mano en el pomo de la puerta—, no sacaras ningún dinero de esa patraña.

—No es ninguna patraña, Pepper, ¡yo soy Tony!

Desbordada su paciencia, la pelirroja abrió la puerta.

—¡Él es Tony!—le dijo señalando la cama dentro de la habitación.

Tony la escuchó, pero no se atrevió a voltear de inmediato. Cuando lo hizo, aguantó la respiración. Efectivamente ahí estaba su cuerpo. Boquiabierto lo miró desde el umbral de la puerta. Tenía un respirador y varias mangueras enchufadas a su brazo. El sonido del monitor que registraba los latidos de su corazón el causo un escalofrío. Era tan extraño verse así, del otro lado, fuera de si mismo, parecía un sueño, una pesadilla.

—No sé quién sea, señorita, pero no dejaré que quiera timarme con una cosa como esta—dijo Pepper a su lado—. No permitiré que se aproveche de mi sensibilidad por la condición de Tony.

—¿Condición? ¿Qué cond...?

—Está en coma, y tal vez, no despierte; pero no permitiré que quiera aprovecharse de eso. Él aun está vivo.

—Yo no quiero... yo soy...

—Fuera—Pepper le empujó el hombro y entró a la habitación; en seguida, se plantó delante y le impidió seguir viéndose—, no sé cómo se enteró de que Tony estaba aquí, pero no obtendrá nada... al menos se hubiera inventado que tenía un hijo de él o algo así.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora