Cumpleaños

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Tony giró sobre sus talones, pero le salió Natasha al paso.

—¿A dónde? —le dijo ésta.

—¿A casa? —titubeó Tony.

—Nada de eso—escuchó a sus espaldas la voz de Pepper—. Vamos, Tony, ¿acaso te da miedo?

—¿Miedo? ¿A mí?

Tony levantó la ceja y se irguió con un gesto de superioridad que en esos momentos no le quedaba. Lo cierto era que sí que tenía miedo. Era la primera vez que se encontraba en una situación así. Y es que no había manera de que antes pudiera encontrarse en una situación ni remotamente parecida.

—Entonces, vamos—dijo Nat tomándole de un brazo, mientras Pepper lo hacía del otro.

Para cualquiera que viera a las tres mujeres caminar por la acera, serían un trío de amigas pasando un buen rato. Pero Tony, entre aquellas dos, se sentía como un preso siendo arrastrado por policías a su celda... o en este caso, al ginecólogo.

—¿De verdad es necesario? —preguntó cuándo traspasaron las puertas de cristal de la clínica.

—Por supuesto—le dijo Pepper.

Natasha lo soltó sólo para acercarse a la recepción y anunciar su llegada. Como tenían cita, en teoría, no deberían de esperar demasiado, sin embargo, tomaron asiento mientras les llamaban.

Tony, entre sus dos custodias, estrujaba el sobre con los resultados de sus análisis de sangre. La prueba definitiva. Pero sí ahí decía que era positivo, ¿por qué ir al ginecólogo?

—Para qué te revise. Es necesario que lleve un control del proceso—le había explicado Pepper.

Eso estaba bien, pero...

—¿Tendré que abrir las piernas? ¿Meterá algo? —había preguntado así nada más.

Sus amigas se habían atacado de risa. Le tranquilizaron, diciéndole que a veces sí, a veces no... tal vez, bastaba una ecografía para ver cómo estaba el bebé. Pero entre que eran peras o manzanas, no podía evitar sentirse nervioso.

—No pasa nada, Tony. Se trata de un profesional.

—Aun así...

—Tampoco sería algo que no hubieras hecho—dijo Nat en tono de burla.

—¡Es diferente!

—Lo es—aseguró Pepper—, esto es una revisión médica.

—No una sesión de sexo desenfrenado— continuó Nat riendo.

Total, ahí estaban, las tres, sentadas en la sala de espera.

Tony no pudo evitar notar el paralelismo con esa sala de espera, y aquella en la que se encontró meses atrás. Había estado sentado ahí, como ahora, sólo que a su lado había estado una ancianita, quien le había regañado por su mala lengua. Luego, San Pedro, Sharon... Steve, lo mejor de todo ello. Aquella había sido una antesala a la muerte, esa, en la que ahora estaba, era una antesala a la vida. Bastaba con ver a su alrededor y dar cuenta de las mujeres que charlaban entre ellas animadamente, acariciando sus abultados vientres distraídamente,  sus rostros sonrojados y mejillas llenas, sus sonrisas.

—¿Sra. Rogers?

Una enfermera de bata blanca, que guardaba cierto parecido con aquel ángel que le había llamado a la oficina de San Pedro, leyó su nombre de una lista.

—¡Aquí está! —Pepper reaccionó primero y se puso de pie primero.

Natasha le siguió y ambas lo apuraron para que las siguiera al consultorio. Pero por supuesto que estarían ahí, par de chismosas, se dijo Tony. La gineco-obstetra, resultó ser una mujer, bonita y de carácter afable. Aquello, de alguna manera, lo tranquilizó.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora