Cita

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Tony miró por la ventana del pequeño restaurante, el cielo estaba nublado, pero no parecía que fuera nevar de nuevo. El invierno estaba comenzando a retirarse lentamente y eso sólo indicaba que el tiempo seguía su curso y él permanecía estancado en una vida que no era la suya.

Suspiró con el mentón apoyado en la palma de la mano, justo cuando la camarera dejó la cuenta sobre la mesa.

—¿Pasa algo?

Tony levantó la vista, Steve había tomado la nota y la sujetaba entre sus dedos; al mismo tiempo, le miraba con el rostro medio ladeado y el ceño fruncido en gesto preocupado. Parecía un cachorro esperando algo, atento y servicial. Tony no pudo evitar sonreírle.

—Nada, no te preocupes. Sólo pienso que el día pinta para ser bueno, y deberíamos ir a algún lado.

Steve frunció un poco más el ceño, pero desvió la vista hacia su cartera, de la cual sacó el importe del desayuno que acababan de comer. Un desayuno tranquilo, pero bastante sustancioso. Tony había pedido huevos, waffles, fruta, café, jugo de naranja y una dona de chocolate. Y mientras comía, había cruzado palabras con Steve. Una plática simple en la que le dio las gracias por el consejo, sobre usar recuerdos para que su amiga Pepper le reconociera;  y bromearon de nuevo, pero con precaución, sobre el sostén que había quedado olvidado en la sala.

Sin embargo, no tocaron el tema de la borrachera de la noche anterior, principalmente porque ninguno recordaba que había pasado, y Tony evitó, deliberadamente, recordar cómo había despertado aquella mañana. Se sentía un poco avergonzado, hasta donde podía recordar nunca había despertado en los brazos de otro hombre.

—¿A dónde?

Una vez más, la voz de Steve lo sacó de sus pensamientos. La camarera recogió el dinero y agradeció la propina. Tony se mordió la mejilla, y se preguntó vagamente por qué había propuesto eso. Bueno, no tenía nada que hacer, era fin de semana, Steve no había ido a trabajar, y de nuevo, él, Tony, no tenía nada que hacer. En realidad si tenía, pero no podía trabajar sin sus herramientas, ni con Steve rondando en la casa... escaparse a su mansión sería un poco sospechoso y seguramente, Steve le preguntaría a dónde iba. No quería echar mentiras tras mentiras, ya bastante tenía con la historia de ser un nuevo yo para Sharon. ¿A dónde quería ir? Meditó brevemente.

—Al zoológico.

Steve arqueó las cejas, Tony hizo lo mismo. Se sorprendió por su propia respuesta. Pero, ciertamente, tenía ganas de ir al zoológico. Dentro de las muchas ventajas que presuponía ser Tony Stark, había también, muchas desventajas. Cuando se es una figura pública, se acaba la privacidad. Ir al cine, al supermercado, y a comer basura a McDonal's o ir al zoológico eran cosas que no había podido hacer desde que era famoso. Hacer cualquiera de esas cosas, lo emocionaba.

—Quiero ver a los pandas—dijo como excusa.

Vio, entonces, la sonrisa de Steve construyéndose lentamente en sus labios, fue algo raro, porque realmente Tony pudo ver luz en su rostro de nuevo. Fue casi como un espectáculo, y se asombró de que esa sonrisa fuera capaz de tirar los hilos de la suya. Cualquiera que los viera desde otra mesa, habría visto una pareja ensimismada una en el otro.

—Entonces, vamos.

Steve se puso de pie y Tony, asintiendo, le siguió.

El sol se filtraba por la nueves grisáceas cuando llegaron al zoológico. Tony salió del auto y respiró profundamente. Vio a varios niños tomados de la mano de sus padres caminando hacia la reja color verde en cuya cima se leía el nombre del zoológico. Cuando niño había ido muchas veces de la mano de su mayordomo. Sus padres rara vez tenían tiempo para llevarlo personalmente y, tampoco, la vida pública era fácil para ellos.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora