6. Llegó el Viernes

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Aquella semana no paré de pensar en Marco, a pesar de haber estado ocupada la semana entera, la sonrisa después del gol me perseguía donde quiera que fuese. Pensaba en todas las preguntas que quería hacerle y en las respuestas que daría. Estuve a punto de hacer un libro de preguntas para hacerle pero solo llegó a ser tan largo como un cuento, aún así, me las apunté en las notas del móvil por si surgía la oportunidad de hacérselas.

Llegó el viernes y no pude más con la emoción. Decidí empezar a cocinar la cena a las cinco de la tarde, dos horas antes de que llegara. Había decidido preparar algo normal, no muy especial. Un simple arroz tres delicias.

Me paré a pensar antes de empezar a cocinar. ¿No sería mas inteligente prepararlo justo antes de que llegase? Al fin y al cabo, no tarda más de veinte minutos en hacerse. Vale, pues si no cocinaba, ordenaría mi habitación que estaba hecha un desastre. Necesitaba hacer algo para distraerme.

Lo primero que hice fue quitar la ropa del suelo y colocar el cajón. Abrí él armario y lo coloqué también. Quería causar buena impresión. Quité los papeles de la mesa y coloqué los bolígrafos en su sitio. Cuando quedaba media hora para que llegase, había dejado la habitación perfecta.

¡La cena! Tenía que empezar a prepararla. Cogí una sartén y puse aceite, guisantes, zanahoria y tortilla francesa en trozos. Los freí un poco y cocí arroz. Lo suficiente para dos personas. Lo junté todo y le eché jamón. Decidí darle un toque con salsa de soja y lo dejé caliente.

Alguien llamó a la puerta y me pegó un susto tremendo. Estaba tan rígida que eso me alivió bastante. Fui a abrir la puerta y abrí la del portal. Tardaría un rato en subir hasta mi piso. Me miré en el espejo. Llevaba la ropa peor conjuntada del mundo. Corrí hasta mi habitación y agarré un vestido azul del armario. Me cambié lo más rápido que pude y fui al baño. Me peiné el pelo quitándome todos los tirones que pude y me eché colonia.

Justo llamaban a la puerta. Corrí hasta allí y me paré un segundo para respirar. Abrí la puerta con una sonrisa aunque todavía se me notaba que había corrido. Ahí estaba él, elegante con su traje y un ramo de rosas en la mano. Que bonito detalle.

-Hola Marco, pasa.-Le dije. Él corazón me iba muy rápido.

-Gracias. Esto es para ti.-Me dijo dándome las flores.

Pasamos dentro y cerré la puerta. Olí las flores que me había dado y las puse en un jarrón. Coloqué el jarrón en la mesa y me giré hacia él.

-¿Tienes hambre?-Le pregunté.

-Si, estoy deseando saber lo que hay.

Le sonreí y serví los platos. La cena transcurrió tranquila, perfecta. Hacía unos días deseaba conocerle y ahora estava cenando con él en mi casa. No se podía pedir nada más.

Después de cenar, ya no había nada que hacer. Ni había contemplado la idea. Me hacía centrado tanto en la cena que no se me había ocurrido que pudiese haber un después.

-Me lo he pasado muy bien contigo.¿Puedo quedarme un rato más?

-Si-Le dije y me encaminé a la cocina para fregar los platos.- claro.

-Dejame que te ayude.

Vino a ayudarme a limpiar, cosa que no todo el mundo hace. Cuando terminamos, nos sentamos y charlamos un rato.

-No me habías dicho que ibas al partido del otro día. - Me dijo.

-Me acordé de que había partido después de que me llamases.

-Ah, ¿sabes lo que me ayudó a meter gol?

-No

-Que estabas allí apoyándome.-Me dijo. Sonreí como una tonta ante la confesión que acababa de hacerme.

-Hay una pregunta que quiero hacerte. ¿No te vas a ir del Real Madrid no?

-No lo se. El míster no me da todos los minutos que quiero y me fastidia un poco. Mi sueño siempre ha sido estar en él Madrid pero ahora... Me han dado ofertas muy buenas. Todavía me lo estoy pensando. No creas que no tengo dudas sobre lo que hacer.

-Mi sueño siempre fue conocerte.-dije-Parece que se nos hacen realidad.

-Si, eso parece.

-Pero... Si te vas del Madrid, no se que voy a hacer. Soy madrilista hasta la muerte pero sin ti no será lo mismo. No podré cambiarme de equipo. Mi corazón siempre irá con el Madrid.

Sonrió débilmente. Se notaba que tenía la opción de quedarse pero también la de irse.

-Lo se. Se te nota muchísimo. Pero si no quieres que me vaya, no me voy.

- Eres muy amable pero no hace falta. Hagas lo que hagas, hazlo por ti. -Le dije.

-Gracias por la comprensión. No creo que toda la afición esté de acuerdo contigo. Pero me quedo con que por lo menos alguien lo entienda. - Le sonreí. Nos encontrábamos sentados juntos en el sofá. A modo de apoyo puse la mano encima de la suya y la acaricié suavemente. Me miró a los ojos y me sonrió. - Se está haciendo tarde. He quedado con Isco. Mas vale que me vaya.

En el momento en el que habló, volví a la realidad.

-Vale, pues no llegues tarde.

Le acompañé hasta la puerta de mi casa.

-Me lo he pasado muy bien esta noche. -Me dijo.-Gracias por esta cena.

Nos quedamos mirándonos uno en frente del otro. Volví a notar esa conexión que llevaba notando toda la noche y que me hacía quedarme perdida en sus ojos. De repente estábamos cerca, la diatancia personal había quedado atrás y podía notar su respiración muy cerca.

-Celia, ¿me permites hacer una cosa? Llevo queriendo hacerla desde hace ya unos días.

-Si, claro.

Puso una mano en mi cintura y con la otra rozó mi mejilla. Sentí unas mariposas repentinas en el estómago. Veía sus ojos mirar a mis labios y no pude evitar una sonrisa. Estábamos tan cerca que sus labios rozaban los míos pero no se decidía a cerrar esa distancia que nos separaba.

-Marco, por favor, bésame ya. - Le dije ya desesperada por sentir sus labios sobre los míos.

Por fin, después de unos segundos que parecían eternos, él terminó de acercarse y sentí sus labios sobre los míos. Cálidos y suaves. Un beso dulce y lento que sabía especialmente bien.

Se separó lentamente y sonrió.

-Me tengo que ir pero me encantaría quedarme contigo un rato más.

-No hagas esperar al pobre Isco, nos vemos otro día sin problema.

-Te tomo la palabra Celia.

Volvió a darme un último beso y salió de mi casa para bajar las escaleras del portal. Cerré la puerta pero no me moví de donde estaba. Mi cerebro tardó un poco en procesar la escena. Un rato después, una sonrisa apareció tímidamente en mi cara. No podía pedir nada más. La noche había sido perfecta.

Idolo||Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora