Morir no es fácil. Eso es algo que todos saben, o mejor dicho, suponen. Suponen que no es fácil, pero no se imaginan lo difícil que es.
No se imaginan la oscuridad absoluta, la sensación de frio o la soledad inminente que les caerá. Piensan que es un pasillo con una luz al final, que recorremos mientras recordamos los momentos más felices de nuestra vida. No tienen idea de lo difícil que puede ser no ver nada, no entender nada, no existir. No saben lo terrorífico que es no saber a qué velocidad transcurre el tiempo, no saber si pasaron 10 minutos o 2 meses, o un año.
No puedo explicar la paz y el terror que se siente. Dos sentimientos totalmente opuestos, combinados y al mismo tiempo eliminándose. Porque en ese momento, se es todo, pero también se es nada. Sientes alegría y angustia al mismo tiempo. Te sientes mas vivo que nunca, aun entendiendo de sobra que estás muerto.
Esa mezcla de sensaciones sigue por lo que ves como décadas. Hasta que en un momento, ves una luz, una luz cálida, que te pide que la sigas. Te mueves sin saber bien como. Te mueves como si estuvieras nadando contra la corriente o hundido en arenas movedizas. Te toma tu tiempo, pero la alcanzas, llegas a la luz y el frio se va. Solo hay dos sensaciones en ese momento, paz y calidez.
De repente, la luz se empieza a hacer grande, tan grande que te ilumina, te permite ver después de tanto tiempo. Vez una cara arrugada, sonriéndote con calidez, llamándote a comer milanesas con puré, convenciéndote de que todo va a estar bien.
Tu abuela te estuvo esperando.
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Volviendo a la realidad
Short StoryHistorias cortas que pinchan la burbuja de la fantasia, que te demuestran cuan duro puede pegar la realidad.