La rosa del parque

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Vino a buscarme una mañana de invierno, con un ramo de rosas, me besó como solía hacerlo y me tomo la mano, mientras yo olía las hermosas flores.

Con esa suavidad que nunca olvide, me acarició la cara para secarme las lágrimas. Fuimos a la ventana, a ver a mi nieta riendo con su novio.

Ella va a estar bien- me dijo- los dos sabemos que siempre fue fuerte- continuó.

Le tire un beso y le sonreí como hacia cuando era niña.

Nos fuimos, estábamos la nana y el toto, caminando por una calle desolada. Mis rosas se empezaron a caer mientras más avanzaba. A las 10 cuadras, ya había perdido unas 7, ahí la vi, empecé a llorar de la emoción. Después de tanto tiempo, volvía a ver a mi hija, preparando el pollo con papas de cada navidad. Quise ir a abrazarla, torpemente le tire el pañuelo que tenía en la cabeza, dejando en evidencia esa calvez que me recordó en que navidad estaba. La anterior a aquel triste 14 de febrero. No pude aguantar esa tristeza, quería irme, pero mi nieta adolescente me necesitaba, tenía lágrimas secas en toda la cara y sonreía cada vez que su mama estaba cerca. La abracé y le di un beso en las manos heladas típicas de ella, le prometí que iba a estar bien, que ella iba a saber seguir adelante.

Seguimos caminando, sin darme cuenta habíamos llegado a la noche que mi hija embarazada veía la carta del idiota de su novio. "te quiero a vos, pero no a tu hijo". El cobarde nunca más apareció, pero ella no se rindió. Esa noche, llamó a su madre que no contesto por estar dormida, pero esta vez sí conteste. La aconseje, le dije que si yo había podido hacerla la maravillosa mujer que termino siendo, ella puede hacer la siguiente ganadora a un premio nobel a la afortunada que esperaba por nacer.

Volvimos a caminar, habíamos hecho más de 30 cuadras desde que salimos, cuando todas mis rosas se habían caído.

De repente, me encontré sola, rodeada por la niebla. Camine sin saber a dónde estaba yendo. Empecé a sentir olor a remedios y a gente enferma. Llegue a la habitación 142, mi hija estaba sentada con ese monstruo cobarde que la haría sufrir más tarde. Yo notablemente más joven, fui hacía ella, le sostuve la mano, ella me dio unas rosas que había comprado con sus ahorros, apreté los ojos y entre a la habitación 142. Empecé a sentir como se me inundaba la garganta, lo vi al toto acostado, envuelto en cables, rodeado por la soledad. Le di las rosas, apoye mi cabeza contra él, mientras el me acaricio la mejilla para secarme las lágrimas. La paz y el amor invadieron la habitación, nos fotografiamos con la mirada y ese instante, valió la vida.

De repente un sonido agudo que venía acompañado por la muerte, rompió nuestra paz. Llore a gritos, hasta que sentí una mano suave en mi hombro y el toto con su voz grave me dijo que el círculo estaba completo.

Nos abrazamos y salimos corriendo emocionados hacia una luz que nos llevó a aquel hermoso día en el que nos conocimos, con tan solo 5 años. Ahí nació nuestra trágica historia de amor, entre Isabel y Nestor, o toto y nana, como nos llamó mi nieta el día que nos vio en una foto.

Él agarro una rosa de un arbusto de aquel parque, justo como hizo ese día. Salimos corriendo por todo ese parque. Desaparecimos, entramos en una luz, los dos juntos como cada día de nuestra vida.

Volviendo a la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora