El de la Oz

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Era navidad y me vino a buscar, con una oz en la mano y ganas de castigarme en esos huecos que tenía por ojos. Estaba enojado porque lo obligue a visitarme y a llevarme con él. Además me demostró que tenía corazón, no uno físico como solía ser el mío, pero él sentía. Lo sé porque ese "corazón" se llenó de angustia cuando al ver su lista, vio que seguía mi abuela, y que ella muy enferma se quería despedir de mí.

Él me castigo como me merecía. Me hizo ver a mi abuela sentada en la mesa navideña, con ojos llorosos y llenos de miedo, pues sabía lo que le esperaba. Ella observaba la puerta esperando que llegue yo para poder abrazarme por última vez y despedirse.

Sentí impotencia y arrepentimiento al no poder abrazar a mi abuela. Quería volver a sentir su piel cálida y un poco arrugada. Esas manos débiles que se volvían fuertes cuando me tocaban.

Pero no podía, no podía ni siquiera llorar, solo quedarme parado ahí mientras ella empezaba a sollozar. Mi mama la intentaba calmar diciéndole que yo estaba por llegar. Yo no podía parar de pensar en la posibilidad de que bajen las escaleras y vean mi cuerpo. Si eso pasara, sería yo el asesino de mi tan dulce abuela.

En un momento ella cambio su mirada, la fijo en mí como si supiera que estaba ahí. Cerré los ojos de la vergüenza y le suplique al de la oz que me deje abrazarla.

No me contesto. Solo se acerco a mi abuela que me seguía observando, le toco el corazón con la oz y la dejo caer en el piso.

Su cuerpo se quedó vacío, su alma salió de él y vino un ángel blanco a buscarla, la guio por un camino de rosas hacia la luz.

Pensé que por fin la iba a poder abrazar, e intente ir por ese camino de rosas. Pero el de la oz me miro y hablo después de tanto tiempo, gritó con una voz gruesa y seca:

-¡NO! LAS PERSONAS COMO TU VAN A OTRO LUGAR.

Abrió un hoyo en el suelo y me lanzó a un lugar consumido por las llamas. Hay un demonio rojo que nunca me deja salir y que siempre me obliga a ver a mi abuela sin poder darle ese último abrazo que ella siempre quiso.

Y yo pienso, no eran problemas tan malos como para ahorcarme, pero siempre viene él con la oz y me dice:

-Ya es tarde.

Volviendo a la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora