El Perro que se Sentó a Esperar

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El Perro Que Se Sentó a Esperar.

Un perro, muy anciano, llamado Rocco, espera a su dueño, Miguel que se fue de viaje.

En el momento en el que su dueño se fue, Rocco no paraba de llorar porque quería acompañarlo. Rocco era un perro muy inteligente se daba cuenta cuando su dueño estaba por viajar, y también sabía que una vez que se fuera, iba a tener que esperarlo por mucho tiempo. Lo usual era que el dueño llegara a la semana de haberse ido, obviamente Rocco no sabía calcular el tiempo, pero si sabía que cuando la hija de Miguel, Natalia, agarraba el teléfono, Miguel estaba por llegar. Rocco no acertaba siempre, porque, como era de esperarse, Natalia no solo recibía llamadas de su padre, sino también de sus amigas. Cuando estas "falsas alarmas" ocurrían Rocco se ponía muy ansioso, la peor parte del día era darse cuenta que la llamada había sido eso, una "falsa alarma".

Después de una semana y de varias falsas alarmas, Natalia levanto el teléfono, Rocco se emocionó y por fin, al rato, llego Miguel. La alegría de Rocco al ver a su dueño, no se puede explicar con palabras, el ya viejo animal, con las pocas energías que tenía, corría y saltaba de un lado a otro. Miguel se sentaba en una silla y acariciaba a Rocco por un largo tiempo. A la noche Rocco dormía en los pies de Miguel, y de vez en cuando se acercaba hasta su rostro para lamerle la mejilla. A la tarde Miguel y Rocco jugaban con la pelota por media hora.

Una semana más tarde llego ese día tan odiado por Rocco, el día de partida, Miguel saco a Rocco afuera, agarro la valija y se fue. Mientras tanto Rocco miraba desde la ventana, sollozando y moviendo la cola, esperando que su dueño no se vaya y le abra la puerta para jugar con la pelota. Pero eso no pasaba y Rocco se quedaba triste, sollozando. Paso el tiempo, las llamadas llegaban pero Miguel no, Rocco se desesperaba, mientras tanto jugaba con Natalia para distraerse, pero Natalia tenía que estudiar y se tenía que ir. Esas horas en las que Rocco estaba completamente solo, eran devastadoras para él. Al escuchar el sonido de las llaves Rocco sabía que Natalia había llegado, pero también se decepcionaba al ver que Miguel no.

Un día Natalia recibió una llamada que le hizo soltar lágrimas, Rocco trato de consolarla, pero era inútil, ella estaba muy triste, de igual forma Rocco no ceso con los intentos. A la noche se recostó con ella en la cama, pero Natalia no pudo dormir, las lágrimas no la dejaron; la intranquilidad de no saber que pasaba, tampoco dejo dormir a Rocco. Al otro día vino la mama de Natalia, una mujer que Rocco no había visto hace mucho tiempo, esta mujer se pasó todo el día hablando con su hija, dejando completamente ignorado a Rocco. Él estaba preocupado porque su amo no venía y porque Natalia no paraba de llorar.

Pasaban los días y Miguel no llegaba, Rocco había entrado en una especie de depresión, apenas comía, no jugaba con la pelota, solo se quedaba al lado del teléfono esperando que este suene, pero no sonaba. Así que se fue a la puerta a esperar, pero no llegaba nadie, solo Natalia con unas amigas para consolarla. El tiempo siguió pasando y Miguel no aparecía, Rocco estaba completamente desesperado, hacía mucho tiempo que no comía, lo que le estaba pasando factura, y si le sumamos los años que Rocco tenia, era obvio que las cosas no iban a terminar bien.

A las dos semanas aproximadamente sonó el teléfono, Rocco exploto de alegría, ya que hacía mucho tiempo que este no sonaba, pobre de Rocco al enterarse que su dueño no llegaría, eso fue el punto de quiebre para Rocco. A partir de ahí no comió mas nada. Natalia no se percató de esto y con el pasar del tiempo Rocco se puso muy mal.

Un día Rocco estaba echado al lado de la puerta, cerró los ojos y se despertó en una cama metálica y fría, con Natalia llorando y acariciándolo en un lado, en el otro, había un hombre con una bata blanca, que tenía una vacuna en la mano. Rocco sintió un pinchazo y volvió a cerrar los ojos.

Se despertó en su casa, escuchando como un hombre abría la puerta, era Miguel, ahí fue cuando Rocco volvió a mover la colita, cuando volvió a saltar, a jugar con la pelota y a dar besitos, su alegría era algo tan hermoso. Miguel volvió a abrir la puerta y salió, en ese momento Rocco casi se cae emocionalmente, pero Miguel lo llamo, Rocco! y el muy feliz fue moviendo la colita. Ambos caminaron hacia una luz blanca. Ahora la espera había terminado.


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