Capítulo 13.

415 28 0
                                    

10:15 de la mañana en un apartamento cualquiera de la playa de la Barceloneta...

—Despierta dormilona, que ya son horas —le susurró David a Cía mientras ésta aún seguía durmiendo.

Cía se giró, miró a David, hizo sonidos extraños y volvió a cerrar los ojos.

—Vale, vale... Pues tú lo has querido, nena.

Y dicho esto comenzó a hacerle cosquillas en las costillas, haciendo que Cía se despertase de repente y empezase a reír a carcajadas.

—¡Para ya, David! —suplicó Cía mientras daba patadas e intentaba soltarse de él—, por favor, para.

—¿Qué dices?, es que no te oigo —dijo él mientras continuaba haciéndole cosquillas.

—¡Que pares! —contestó ella mientras hacía amago de morderle.

—Ah, no, no, o sea, ¿no te despiertas y encima quieres morderme...?, vamos mal, pequeña Cía, vamos muy mal...

Ese chico le sacaba de quicio, pero cada vez le gustaba más, cómo era, cómo se portaba con ella, cómo la trataba, y lo mejor de todo, cómo sabía hacerla sonreír.

Hacía tanto tiempo que no se sentía así, que había olvidado qué era sonreír sin tener que fingir, estaba bien con él —¿bien?, mucho más que eso—, y sin duda, no quería que nada ni nadie le quitase de su vida ese bienestar.

—Vale, me rindo, me rindo —dijo ella levantando los brazos en modo de derrota.

—Así me gusta.

—Entonces... ¿Me perdonas?

—Me lo tendré que pens...

Pero antes de que acabase la frase, Cía le besó.

Volvía a sentir ese pequeño calambre en el cuerpo y ese cosquilleo en el estómago, y seguía sin encontrar explicación alguna. ¿Cómo, de qué manera podía haber llegado a pillarse —aunque no quisiera admitirlo— de esa chica?, si no era nada del otro mundo, no tenía nada especial... A parte de ser guapa, tener una sonrisa increíble, un cuerpo diez, hacerle sentir único...

"Ya, David, deja de decir mariconadas", se dijo a sí mismo. "No vas a pillarte, no ahora que acaba de empezar el verano y puedes tenerlas a todas".

De repente se oyó la puerta de la calle abrirse.

—¿¡Cía!?, ¿¡Cía dónde estás!?

Su madre.

Antes de que David pudiese esconderse, la madre de Cía entró por la puerta de su habitación y fue corriendo a abrazarla haciendo caso omiso de la presencia del chico.

—Dios, ¿estás bien, hija? —preguntó Irene— No sabes lo preocupada que estaba.

—Mamá, tranquilízate... ¿Qué pasa...?

—Me llamó un chico, por la voz diría que no más de 20 años, me dijo que estabas en peligro, y colgó. He venido lo antes posible... Menudo susto teníamos.

—Bueno, ya has visto que estoy bien...

—Y bueno, ¿él es...? —dijo su madre extrañada.

—Em..., mamá, David. David..., mi madre Irene.

Pero Cía no tenía la cabeza en el momento... Sabía de sobra quién había llamado a su madre. Y el porqué lo había hecho, sabía que si no era de él..., no quería que ella fuese de nadie más.


Álex.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora