Capítulo 12.

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  David se quedó callado, miró a Cía y formuló la pregunta:


—¿Te ha gustado la pizza?


Cía se sorprendió y seguidamente le pegó un puñetazo en el hombro a David.


—Estúpido, me has asustado.

—¿Qué pasa, Cía?, ¿creías que iba a preguntarte sobre el imbécil de tu ex al cual le has abierto la puerta? —dijo David medio serio.


"¿Y ahora qué le digo?", pensó Cía. "¿Se lo cuento...?"


—¿Cómo has sabido que era mi ex?, ¿estabas escuchando la conversación, David? —preguntó Cía levantando un poco más el tono de lo normal.

—¿Y si te digo que sí, qué? —contestó David vacilante—. Cuando ha dicho que te echaba de menos me han entrado ganas de chillarle que tú a él no, que ahora estabas conmigo...


Cía no se podía creer lo que estaba escuchando, y mucho menos de él, nunca hubiese imaginado que David fuese así de impulsivo y de celoso, aunque en parte, a decir verdad, era algo que le encantaba.


—Por eso has chillado si subía a ducharme contigo, ¿verdad? —preguntó Cía sonrojándose.

—Bueno... Sí, en parte.

—Bien, ahora vuelvo.


Cía se levantó del sofá, recogió ambos platos vacíos, los dejó dentro de la pila de la cocina y subió de nuevo a su habitación.

Empezó a dar vueltas alrededor de la cama; no se sacaba de la cabeza ni a Álex ni a David. Uno por ser el primer chico del cual se enamoró, el otro..., por hacerle creer de nuevo en el amor.


"Piensa Cía, piensa", se dijo a sí misma cogiéndose la cabeza con ambas manos. "Veamos, tienes a un chico guapísimo que se ve que está pillado por ti, ahí bajo, en tu casa, en tu salón, en tu sofá, ¿se puede saber que estás haciendo pensando en el imbécil de tu ex?"


Toc. Toc.


—¿Puedo entrar? —dijo David en voz baja.


A Cía le dio un vuelco el corazón, y con las pulsaciones disparadas contestó:


—Em..., sí, pasa, pasa.

—Cía, ¿estás bien? —preguntó David mientras se acercaba a ella—, tardabas en bajar y pensaba que habías salido huyendo o algo —y seguidamente rompió a reír.

—Sí, David, estoy bien, no pasa nada.

—Siento lo ocurrido antes, he de admitir que me he puesto celoso sin motivo... —dijo David mirándola a los ojos.


"¿Qué me está haciendo?, yo antes no era así", pensó David. "A mí antes todas las tías me daban igual, ¿por qué ella tendría que ser diferente?"


—Ya está, olvidémoslo —dijo Cía—. Quiero seguir viendo la película, ¿sí?

—Claro, vamos —respondió David cogiéndola de la mano.


Volvieron a bajar al comedor y se sentaron en el sofá. Cía se acostó sobre sus rodillas mientras David le acariciaba el pelo de nuevo.

Cuando la película acabó, David hizo ademán de levantarse, pero se dio cuenta de que Cía se había quedado dormida sobre sus piernas, así que cuidadosamente le acarició la oreja y le dijo:


—Cía, vamos a dormir.


Ésta, sin pensárselo dos veces, se levantó con la ayuda de David, y ambos subieron las escaleras hasta llegar a la habitación.

Cía se metió en la cama y David se quedó en los pies viéndola dormir de nuevo.


02:30 de la madrugada en una calle estrecha de Barcelona...


Se encendió un cigarro, y se lo metió en la boca, empezó a caminar cabizbajo mientras daba pequeños golpes a las piedras que iba encontrando y soltaba el humo por la boca y la nariz.

Álex no sabía qué hacer, no sabía quién era aquél capullo que estaba en casa de Cía, pero no iba a quedarse con los brazos cruzados.


—O es mía, o no es de nadie.


Y dicho esto realizó una llamada que cambiaría la situación por completo.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora