Capítulo 24.

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—Cía, despierta...

—¿Eh...? —Cía notó cómo alguien la movía para conseguir que se despertase del todo...— Mamá...

—Cariño, ¿tan poco te gusta ese vestido que te has dormido con él puesto?

—Esto... ¿Qué hora es?

—Las nueve menos cuarto; te has quedado dormida —contestó Irene.— Ya podríamos estar esperándonos tu padre y yo bajo...

Anda, acaba de arreglarte y baja, que nos vamos enseguida. Y acuérdate de apagar la música.

  «Soy tuyo» de Ambkor, sonaba de fondo...

  «...borrón y cuenta nueva; prometo ser mejor de lo que... era...»

  Exacto. Necesitaba eso, justo eso; hacer borrón y cuenta nueva, y costase lo que le costase, lo iba a conseguir.

  Cía acabó de arreglarse el pelo haciéndose una preciosa trenza de espiga que caía por el lado derecho de su ovalada cara, consiguiendo así un acabado perfecto. Se colocó unos zapatos color beige, de unos 10 centímetros de tacón, cogió una chaqueta fina por si más tarde el aire refrescaba, y añadió en su pequeño bolso de mano, los complementos imprescindibles para una chica: el móvil, el rímmel, colorete y un brillo de labios.

  Bajó las escaleras y vio a sus padres más elegantes que nunca. Su padre, Adrián, llevaba un traje azul marino con una camisa gris y una corbata blanca; sin duda, su padre era un hombre muy atractivo, y de no haber sido su padre, y haber sido unos 20 años más joven, hubiese sido el hombre de su vida.

"¿Qué piensas Cía?, ¡no digas bobadas!", se dijo a sí misma.

  Su madre, por otra parte, llevaba un increíble vestido de Chanel, blanco. No recordaba habérselo visto puesto antes, pero sí, que su padre se lo había regalado. Le quedaba genial, y los tacones de infarto le quedaban perfectos. Le alegraba verles así, felices, juntos, enamorados.

  De repente pensó sin querer de nuevo en David, y los ojos empezaron a acristalarse...

—Cía, ¿estás bien, cariño?

—Sí, mamá, simplemente me ha entrado un poco de rímmel en el ojo —contestó la joven conforme pudo—. ¿Vamos?

—Claro.

22:00 llegando al restaurante "1881 per Sagardi"...

—No veo a tu amigo Miguel por ninguna parte —dijo Adrián.

—Me dijo por WhatsApp que esta noche libraba..., que ya nos veríamos —respondió Cía con ligera tristeza.

—Bueno, ¿vamos a cenar? —preguntó Irene intentando cambiar de tema.

En cuestión de 10 minutos, la familia Beltrán se encontraba ya sentada en una de las mesas con mejores vistas del restaurante.

22:37 en la playa de la Barceloneta...

—¿Recuerdas la de noches que pasamos aquí, esperando a que amaneciese? —dijo ella.

—No podría olvidarlo, Laura —contestó David.

—Sigues pensando en ella, ¿verdad?

—¿Quieres que te mienta, o que te diga la verdad?

—Depende de lo que duela menos.

—Entonces sí, pienso en ella.

—Eso duele más —dijo en voz baja Laura.

—A mí no; pensarle no me hace daño.

  Laura cerró los ojos y para sí misma se dijo: "¿Qué más tengo que hacer para conseguir que la olvide...?", pero continuó sin encontrar la respuesta.

—Me voy, aquí no hago nada —dijo de repente David.

—Quédate, por favor... —le suplicó la chica mientras le acariciaba la mejilla de manera sensual.

—Ya hemos hablado todo lo que teníamos que hablar. No tengo nada más que decirte. 

  Dicho esto, David se levantó, se sacudió la arena de la ropa y se despidió de Laura.

  Conforme éste se fue, Laura desbloqueó su IPhone y llamó...

"—He estado con él...

—Sí, acaba de irse...

—Con ella, supongo...

—No...

—No hagas ninguna locura, Álex..."

  Y colgó.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora