Capítulo 29, parte dos.

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Cía

—Por supuesto —contesto a la pregunta de Jota—, te puedes quedar las noches que necesites, no tengo problema alguno, tranquilo.

—Te lo agradezco, Cía —me responde—, me conformo con dormir en el sofá si hace falta.

—Puedes dormir en la habitación de invitados, Sophie apenas durmió un día allí. Te cambio las sábanas y como si no hubiese pasado nada —digo mientras intento sonreír aun sabiendo que no es motivo para hacerlo—. ¿Tienes hambre?

Ya son las 21:35 y a mí se me había pasado completamente la hora de cenar.

—La verdad es que sí, bastante —dice sin dejar de mirarse los nudillos.

—¿Te apetece que pidamos pizza?, después de todo lo que ha pasado hoy, lo último que me apetece es ponerme a cocinar.

—¿Qué ha pasado hoy, Cía? —me pregunta. No sé por qué suponía que fuese a saber la verdad del día de hoy.

Con delicadeza le cuento toda la historia, desde que Sophie me llamó mientras yo estaba en el hotel hasta que Dani se fue a toda hostia después de verla morir. Evito el tema de la nueva amiga de él porque dudo que le importe y le comento que las cosas de ella todavía siguen en su habitación.

Jota se ha quedado más blanco que la pared y juraría que no puede ni hablar.

—¿Y tú...?, ¿estás bien? —pregunta finalmente.

—Sí, tampoco la conocía mucho, no sé —hago un minuto de silencio y continúo—, prefiero no pensar en ello, preferiblemente.

—Entonces, busquemos el número de Telepizza y llamemos —dice sonriendo.

—Si no te importa, voy a subir a cambiarme, estoy cogiendo frío y tampoco debería ir así —digo señalando mi albornoz.

—¡Puedes ir como quieras, Cía! —contesta Jota entre carcajadas—, al fin y al cabo es tu casa, soy yo el inquilino.

Pongo los ojos en blanco porque sé por qué lo dice y acto seguido, río yo también. Al final, habrá sido incluso buena idea que se quede esta noche.

—¿Buscas tú el número y llamas mientras yo me cambio? —le pregunto.

—Claro, tranquila —responde mientras saca su móvil del bolsillo—, ¿de qué quieres que la pida?

—De lo que quieras, me gustan todas —contesto mientras ya estoy subiendo las escaleras.

No le oigo responder pero sí la risita que se le escapa. Entro en mi habitación y me quito el albornoz que llevo puesto, me pongo el primer pantalón corto de chándal que encuentro por el armario y una camiseta que tengo de la marca "Coca-Cola", siempre me ha encantado llevar camisetas anchas por casa. Voy al cuarto de baño a dejar el albornoz que finalmente no he utilizado y a desmaquillarme, porque sé que no voy a salir y de repente recuerdo cómo estará el otro: No lo he limpiado a fondo después de todo lo que ha pasado y creo que debería hacerlo.

Después de pasarme una toallita húmeda por la cara y quitarme todo el maquillaje, bajo a toda prisa por las escaleras para dirigirme a la cocina y coger la lejía y algún que otro estropajo.

Jota sigue en el sofá como si fuera una estatua. Una estatua que me mira.

—Voy a limpiar el cuarto de baño —le digo para que no se sorprenda por mis prisas de repente.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora