Capítulo 6.

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No le dio tiempo a levantarse cuando de repente se sentó encima de él.

—¡Qué susto me has dado! —chilló David a la chica—, ¿cómo estás?, ¿cuándo has llegado? ¡Hacía mucho tiempo que no te veía!

—Vaya recibimiento, primito, yo también te echaba de menos —dijo ella.

—No sabía ni que venías hoy, Míriam..., ¿cómo has sabido dónde estaba?

—Miri mejor, ya lo sabes, no me hagas parecer más mayor —aclaró mientras sonreía y abrazaba de nuevo a David—, vienes aquí desde que éramos niños, ¿lo recuerdas...?

  Cuando David necesitaba estar solo, solía sentarse en aquel rincón de la playa, con la música acariciando sus oídos y con el tacto de la arena bajo sus manos.

  Míriam siempre había sido como una hermana mayor para él, aunque hacía bastante que no se veían.

En ese mismo momento, a escasos metros de David y Miriam...

—Cía, ¿qué ha pasado, por qué lloras? —preguntó Laura abrazándola.

—Ha sido por aquellos dos, ¿verdad? —dijo Marta mientras miraba a la pareja.

Silencio.

—¿Podemos irnos? —concluyó al cabo de varios minutos Cía—, preferiría no estar aquí.

  Las tres recogieron sus cosas y fueron en dirección al apartamento de Cía. Laura y Marta se miraban sin saber qué hacer o decir, no sabían de qué manera animar a su amiga.

—Chicas, si no os importa, preferiría irme yo sola a casa, necesito estar sin nadie —añadió de repente Cía.

  Asintieron con la cabeza y se despidieron de ella. Lo mejor en esos casos era hablarlo, distraerse con cualquier cosa, pero sabían cómo era Cía y lo cabezota que en muchas ocasiones había demostrado ser; así que no discutir con ella era lo mínimo que podían hacer.

  Bip. Bip. 

  Acababa de llegarle un WhatsApp. 

  Cía lo abrió pensando que sería de alguna de sus amigas, pero no, era de su madre.

"Cariño, papá y yo no comeremos hoy en casa, te hemos dejado la comida preparada dentro del microondas para que te la calientes tú, volveremos sobre las 7 u 8 de la tarde de mañana, te queremos."

  Justo lo que necesitaba, no estaba dispuesta a que sus padres le hicieran un interrogatorio de por qué tenía los ojos rojos e hinchados.

  Nada más llegar hizo lo mismo de siempre, subió a su habitación, se quitó la ropa, y se puso su camiseta de "Los Simpsons", se hizo un moño y se tumbó en la cama. No tenía hambre y solo podía pensar en quién sería la chica de la playa, por qué había abrazado a David de aquella manera, ¡y por qué David no le había dicho en ningún momento que tenía novia!

  Cerró los ojos intentando dormirse y no volver a pensar en aquella situación, pero de repente alguien llamó al timbre.

  Se levantó, se paró en el cuarto de baño para lavarse la cara, y bajo las escaleras.


  Ding. Dong.

—¡Ya voy! —chilló Cía mientras se dirigía a la puerta.

"¿Quién podrá ser ahora?", pensó. "No espero a nadie..."

  No tardó en reconocerle al abrir la puerta y ver sus ojos verdes azulados.

—David..., ¿qué..., qué haces aquí?

—Bueno, no me dijiste que sí, pero tampoco me dijiste que no, te debo una comida, así que vamos.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora