Capítulo 25, parte dos.

202 22 0
                                    

Cía

—¿A qué viene eso? —Dice Dani tocándose la mejilla ahora un poco enrojecida.

—¿De qué coño vas?

—¿Qué dices, Cía?

—Desapareces casi durante un día entero y te plantas como si nada en mi casa, teniendo además los cojones de preguntarme si me iba a dar un baño sin ti, ¿te parece normal?, pregunto —le digo mirándole a esos ojos verdes azulados que brillan tanto.

No dice nada, para mi sorpresa.

—¿Puedo pasar o me vas a dejar aquí en la puerta? —Pregunta al cabo de un minuto—. A parte, a ti tampoco creo que te haga mucha gracia estar medio desnuda, ¿no?

—No, si no me contestas.

—Ahora te lo cuento...

Sin más remedio, me hago a un lado para que pase adentro y cierro la puerta detrás de mí. Me doy cuenta de que va con la misma ropa de esta mañana, por lo que deduzco que no ha pasado por su casa. Esto no me pinta bien. Se sienta en el sofá y apoya los codos en sus rodillas. Me mira y no sabría decir si su cara es de arrepentimiento o de qué. Nunca se lo he preguntado, pero creo que su primer apellido es: Hielo. Por lo jodidamente frío que es.

—¿Estás bien? —Digo sin poder evitarlo.

—Sí —me contesta—. Ven, siéntate —dice dándole un par de palmaditas al sofá.

Le hago caso y me acerco a él. Me cojo el albornoz como puedo y me tapo todavía más, no sé por qué me avergüenza estar así delante de él.

—¿Tienes vergüenza? —Me sonríe.

No le contesto, pero sí le frunzo el ceño.

—Vale, vale —dice a modo de disculpa levantando ambos brazos como si yo tuviera un arma entre las manos y le estuviese apuntando.

»Verás... Después de que pasara todo lo que pasó con Sophie, no quería saber nada de nadie. Quise romperme los nudillos golpeando cualquier pared de hormigón, pero recordé que es parte de mi imagen y tenía que estar impecable, por lo que decidí ir al bar más cerca y beber hasta perder el sentido... Después de unos cuantos chupitos de Jack Daniel's, salí fuera a fumar y conocí a una chica...

—No... —Chillo, pensándome lo peor.

—No pasó nada... —Me tranquiliza—. Me cuidó bastante bien, por lo visto, y me ha traído hasta aquí... No sé, le debo una, supongo. Aunque sé que no la volveré a ver.

—Ah...

Dani sigue contándome la impresionante historia con su nueva amiga y yo cada vez estoy más seria.

—¿Por qué frunces el ceño?

—No, por nada —respondo.

No entiendo cómo es así. Cómo muere su novia y en cuestión de horas ya está durmiendo con otra.

—No iba a pasar nada con nadie, Cía. No soy así —se defiende.

—No he dicho nada.

—Pero tus pensamientos sí —me dice tocándome la frente con su dedo índice.

Me quedo callada. Ya no sé qué más decir sin quedar como una auténtica imbécil.

—Creo que mejor me voy a ir —añade al silencio que se acaba de formar—. Alguien iba a bañarse...

Y ese alguien soy yo, sí.

—Sí, a ello iba —contesto levantándome del sofá, cogiéndome como puedo el albornoz.

Se levanta detrás de mí y va directo hacia la puerta otra vez.

—Ya nos veremos —dice abriendo la puerta.

—Claro... —Contesto.

Pero antes de irse, se gira y en lugar de darme dos besos, me da uno muy despacio en la comisura del labio mientras con la mano derecha me acaricia la mejilla.



Lo de siempre, chicos. Dadle amor y a final de semana tendréis un capítulo adicional.
Y ahora, ¡a leer! ¡Disfrutadlo como siempre! 

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora