Capítulo 47.

328 19 0
                                    

«Ha caído sobre mí. tiene la cara fría, pero mojada del sudor que está generando su cuerpo. Está más blanca de lo normal y no respira.

—¡Joder!

  La cojo en brazos y la meto dentro de casa. La recuesto sobre el sofá en forma de L y subo corriendo a mi habitación. Sigo maldiciendo el lugar y el tiempo, y todo.

  Busco desesperadamente las llaves del pequeño Audi A6. No las encuentro por ninguna parte. No entiendo por qué siempre me tiene que pasar algo a mí. Miro por si acaso debajo de la cama. Nada. Hace tanto tiempo que no cojo el coche que ni siquiera sé dónde dejé las llaves. Rebusco por los cajones principales, pero siguen sin aparecer...

—Quizá... —pienso.

  Abro el armario y en el primer cajón, al fondo, las veo. Las cojo enseguida y, sin tan siquiera cerrar el cajón, bajo a toda hostia.

  Laura sigue inconsciente en mi sofá y yo en lugar de llamar a una ambulancia me paro a buscar mis llaves... Da igual, lo hecho, hecho está.

  La vuelvo a coger en brazos y la llevo hasta el garaje, abro el coche y la siento en el lugar del copiloto. Por mucho que hayamos pasado, me está preocupando, y de verdad.

  Subo a mi asiento y meto las llaves, las ruedo y salgo de allí sin mirar atrás. 

  Ella va sentada a mi lado, y de ser otra ocasión quizá no estuviese tan contento de tenerla ahí, pero ahora, ahora no puedo pararme a pensar si estaría feliz o no.

  Se han hecho los 10 minutos más largos de mi vida, pero por fin hemos llegado. Llamo corriendo al primer enfermero que encuentro, explicándole la situación y salen a continuación dos más arrastrando una camilla a toda prisa. Por lo visto la situación es peor de lo que me podía haber imaginado...

  Abro el coche, y entre los dos enfermeros la sacan. Uno, aparenta tener 40 años como mínimo, pero se conserva bien. El otro, es mucho más joven, y me atrevo a decir que no tendrá más de 30, pero eso ahora poco importa realmente.

  Entro detrás de ellos, mientras veo cómo le van poniendo la máscara de oxígeno a Laura y van hablando entre ellos de lo grave que es la realidad.

  La meten por unas puertas en las que soy incapaz de entrar porque una enfermera con cara de pocos amigos me interrumpe el paso con un simple:

—Lo siento joven, no puede pasar.

  Decido, pues, esperar nuevas noticias en la cafetería, pero lugares como estos me traen malos recuerdos... La última vez que estuve aquí fue por Cía, y no fue nada agradable; aunque siendo bastante egoísta, prefiero estar aquí, que allí...

  Van pasando los minutos, las medias horas e incluso las horas completas y no dicen nada, yo me estoy desesperando y ya no sé qué hacer. Llevo en mi cuerpo más de tres cafés solos y estoy que ni me puedo sentar.

  De repente, sale otra enfermera.

—¿Familiares de Laura González? 

  Nadie contesta.

  Me acerco donde está ella y en voz baja le digo: "Sólo estoy yo".

  Me mira de arriba a abajo y hace caso omiso diciéndome, simplemente, que la acompañe. Y eso hago.

  Habitación 324.

  Ahí está, con un gotero en el brazo derecho y un tubo de respiración asistida que le entra por la nariz. No pregunto qué lleva... Me siento al borde de su cama y la miro. Miro las magulladuras cerca de sus ojos, varios arañazos por su cara y por ambas piernas y el corte en el labio. No evito imaginarme lo peor. 

—Se pondrá bien, no te preocupes —me dice la enfermera. Únicamente son heridas externas, nada grave. Si necesitas cualquier cosa, me tienes por aquí.

  Y dicho esto, se va.

  Bajo de la cama, sentándome esta vez en la silla que está al lado, pero sigo mirándola, como si no fuese a verla nunca más. Apoyo mi cabeza sobre mis brazos y sigo observándola...

  Me despierto por el sonido de mi móvil que sin darme cuenta me he dejado encima de la cama y acto seguido escucho una voz.

—No, soy Laura, ¿quién eres?

  Me mira. Me pasa mi teléfono descolgado y me dice:

—Es Cía.

  Le arrebato el móvil de las manos y antes de contestar, Cía ha colgado. Maldiciendo en voz baja, vuelvo a posar mis ojos sobre los de Laura oyéndola decir:

—Tienes unos ojos preciosos... Que pena que no te conozca...


Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora