Capítulo 13, parte dos.

256 11 1
                                    


Dani

Me levanto de la mesa donde estaba sentado después de haber pagado la cuenta y de haberle dejado cinco euros de propina a Liz, como siempre, y salgo de la cafetería en dirección a la tienda de Emporio Armani, que está situada en la calle donde vive Cía —y mi novia, por supuesto—. El tiempo de hoy es perfecto, no hace frío pero tampoco hace calor. El sol brilla como si nunca antes lo hubiese hecho y no existe ninguna nube que haga de conductor pésimo creando un atasco. Veo sobrevolar sobre la Plaza Cataluña cientos de golondrinas que comienzan a migrar y se van alejando cada vez más. Cruzo la plaza y en menos de cinco minutos estoy en la tienda. Varias chicas se me han quedado mirando.

«Supongo que habrán reconocido mi cara, está por todos los postes publicitarios», río en pensamientos.

Adoro esta vida: Tengo dinero, tengo fama, tengo un buen coche y una novia increíble y sobre todo soy guapo. ¿Qué más podría pedir? Bueno, realmente, en el fondo, yo sí lo sé.

—Mira quién se digna a aparecer —dice mi representante en cuanto me ve.

—Este cuerpo no se cuida solo, y sin un buen desayuno, menos, Roberto —le respondo con media sonrisa en la cara—. ¿Ya están aquí?

—Hace casi quince minutos —bufa. —Entra, anda.

Haciendo caso a Roberto, entro sin decir ninguna palabra a la tienda. Todo el supuesto estudio está preparado, la modelo de esta campaña está sentada en el sillón que está en el centro y el fotógrafo —al cual no conozco— me mira con el ceño fruncido.

—Tú debes ser Daniel Balaguer, ¿no?

—Sí, soy yo. Encantado —digo, tendiéndole mi mano y estrechándole la suya cuando me la da—. Siento el retraso, suelo ser bastante puntual —sonrío con la cara de niño bueno que pongo cuando pido perdón. Siempre funciona.

—No importa, lo que cuenta es que estás aquí. Y ahora, ¡todos a trabajar! —Chilla dando un par de palmadas al aire dirigiéndose a su equipo.

Miro a Roberto, que en estos momentos me mira medio enfadado y le guiño el ojo:

—Y así es como se hace.

Está a punto de sacar humo por las orejas, lo preveo, pero me sigue haciendo gracia. La modelo, que al parecer se llama Laura, me sonríe. Está bastante buena, pero especialmente no es mi tipo.

Empezamos con la colección de esta temporada. Me visto antes que ella y el fotógrafo, Michael, me hace un par de fotos antes de que Laura salga de su vestuario.

Diez minutos después, cuando por fin sale, nos acostamos ambos en el sofá. Ella encima de mí. Su corazón va a mil por hora pero se le nota tranquila. Supongo que como yo, ella ya habrá hecho esto mil veces.

Si no fuera porque el fotógrafo nos está dando órdenes, únicamente oiría sus latidos. Su pelo cubre una buena parte de mi pecho y mi mano izquierda se encuentra en su espalda, más concretamente en sus costillas. Se le notan bastante y me llega a asustar.

Después de dos minutos, nos encontramos en una posición similar, pero esta vez ella tiene su mano derecha rozando mi boca en lugar de mi pierna. Me produce escalofríos y suelto una pequeña risa.


—¿Pasa algo? —Pregunta ya harto Michael. Le miro y negando con la cabeza vuelvo a ponerme serio.


Estamos así unos diez minutos. Mirándonos mutuamente a los ojos sin poder decir nada y tocándonos sin siquiera sentirnos. Así es el mundo de la moda y de los modelos.

Cuando terminamos la sesión, paramos a descansar media hora antes de la siguiente. Laura hace cinco minutos que se ha vuelto a meter en el camerino para cambiarse, y yo, sigo llevando la misma ropa.


—Podrías ponerle más entusiasmo a tu trabajo, ¿no? —Oigo que dice una voz femenina a mis espaldas.

—¿Perdón?

—Lo que has oído —dice la misma voz y me doy cuenta de que es mi compañera de sesión. Laura pasa una mano por delante de mí para alcanzar la botella de agua que tengo en la mesa de enfrente y me mira con cara de asco.

—Perdona, pero era a ti a quien casi se le sale el corazón, me estaba preocupando y todo.

—Ahora va a resultar que te preocupas por mí, vaya —dice con tono arrogante.

—No eres tan guapa como para ser tan borde —exclamo. Vaya, la he dejado sin habla.


Vuelve a dejar la botella de agua sobre la mesa y añade:


—Tranquilo, no tienes mucho más que aguantarme, la siguiente sesión te toca solo.


Ahora mismo soy yo quien se ha quedado sin habla. La veo alejarse de mi lado y una parte de mi cerebro me dice que vaya detrás a pedirle disculpas, la otra, la supuestamente racional, me dice que ni me moleste. Cómo no, hago caso a la parte idiota.


—Eh —chillo—, ¡espera! —pero Laura sigue sin darse la vuelta. Acelero un poco más mis pasos hasta que consigo alcanzarla y le agarro del brazo—. ¿Me explicas qué es eso de que ahora hago yo únicamente la sesión?

—¿Tienes que preguntármelo a mí?, por ahí estará Michael o tu representante —espeta.

—¿Siempre eres así? —pregunto.

—No.


Esta chica me está sacando de mis casillas.


—Paso. Que te vaya bien —digo dándome media vuelta con la intención de volver al "supuesto" estudio. No tengo por qué aguantarla.


Acto seguido, noto como unas uñas se clavan en mis brazos y me obligan a darme la vuelta. En cuestión de segundos tengo unos labios sobre los míos y una lengua bastante ágil intentando entrar en mi boca. Empujo a Laura hacia atrás para apartarla de mí, y justo en ese momento, me doy cuenta de que unos grandes ojos verdes me están mirando fijamente a unos seis metros de distancia.


—¡Joder! —chillo.

—Ahora sí me va a ir genial —murmura Laura, mientras se va con una ruin sonrisa en la cara dejándome solo con Sophie destrozada, a seis metros de mí.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora