Capítulo 30.

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 David no podía creerse lo que estaba viendo, sentía que ese papel ardía en sus manos cual fuego acabado de encender.

  Encendido él también de rabia, se acercó a Cía y la despertó:

—¿¡Me puedes decir qué es esto, Cía!?

—¿Qué...? —contestó ella aún con las sábanas pegadas a la cara.

—¡Mírame por Dios!

—David... No chilles... Mis padres están durmiendo...

  Éste, sabiendo que estaba alzando demasiado la voz para las horas que eran, decidió empezar a relajarse. Llevaba únicamente unos bóxers de Calvin Klein que se había puesto anteriormente para no estar completamente desnudo, pero sentía que hasta ese mínimo trozo de tela le sobraba. Le ardía todo el cuerpo y exactamente por fiebre no era. Cía, cubriéndose los pechos se incorporó en la cama; no entendía por qué, de haber sido otra situación, le hubiese dado igual ir desnuda ante él, pero en ese mismo momento, lo único que podía hacer para no sentirse tan insignificante y pequeña era taparse, aunque fuese de aquella manera. Hecho esto, se incorporó en la cama y encendió la luz de la lamparita de noche.

—A ver, ahora dime qué pasa, y a qué viene tanto jaleo...

—Mira esto, Cía, joder.

  David, le entregó la nota, arrugada, claramente, y miró hacia la ventana para no seguir mirándola a ella.

  Había dejado de llover... "¿Tanto tiempo ha pasado desde entonces?", pensó.

—David... Esta letra no es de Álex...

—¿Cómo que no es de Álex, Cía? —dijo él, de nuevo en tono acusador— ¿Me ves cara de imbécil o es que te diviertes riéndote de mí?

—Perdona, pero conozco la letra de mi ex novio y te puedo asegurar que no es de él, joder —dijo Cía empezando a levantar la voz. No había dejado de mirar la nota cuando de repente empezó a palidecer...— David... Es de...

—¿De quién?

Silencio.

—¿De quién es la puta nota, Cía?

—De Laura, David, ¡es de Laura!, ¡conozco a la perfección su letra!

»Sé también que es suya porque tanto a ella como a Marta..., les contaba lo que hacíamos..., el día de la pizza, cundo vimos "Un paseo para recordar", y bueno, en fin, la mayoría de las cosas, por no decir todas.

»Estoy segura de que lo demás se lo ha inventado, David..., ¿¡pero qué voy a decirte a ti si la acabo de perder contigo!?

  Seguidamente se acostó, se giró y tapándose la cara con la almohada comenzaron a nacerle las lágrimas en los ojos.

—Cía, lo siento... —dijo él acercándose a ella mientras le acariciaba la cabeza.— Siento haber desconfiado de ti...

—Vete David, necesito estar sola...

  El chico, sin querer insistir, se fue separando de ella, y como si tuviese el corazón en el puño empezó a vestirse.

  Viéndola cómo en silencio lloraba, iba poniéndose la ropa que anteriormente yacía en el suelo. Era la peor imagen que podía haber visto nunca y que, aunque quisiese, no podía evitar. Al acabar, diciendo en un leve murmuró: «Adiós Cía, te quiero...», se fue.

  Al salir del apartamento de ella, volvió a ponerse su típica capucha y ambos auriculares en los oídos, escuchando de nuevo "Quererte a mi modo" de Dante, comenzó a andar cabizbajo, pensando en todo lo que acababa de ocurrir. En cómo había pasado de ser todo de color de rosa, a ser completamente negro.

  Llegando a su casa, un coche paró delante de él, y antes de que se quitase la capucha para ver mejor, notó cómo empezaba a dormirse debido al pañuelo que le acababan de poner en la nariz...

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora