Capítulo 21, parte dos.

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Dani

Cinco minutos antes...

Cía acaba de bajar a toda hostia porque ha olvidado decirles a los enfermeros que vive en el ático; solo espero que estén al caer. Sophie sigue sin pulso y es lo que más me acojona. Abre los ojos de repente y mi corazón se para al instante.

—Dani... —Dice entre murmullos—. Escúchame...

—Cállate, Sophie, por favor. Has perdido mucha sangre y no será bueno que hagas esfuerzos, por Dios...

—Escú... chame... —Sigue diciendo sin apenas poder hablar—, sé... sé fe...liz... Con ella... o con qui...en sea... Promé...teme...lo, por favor...

No sé por qué coño me hace prometerle nada, y menos esto. ¿A qué viene eso ahora?

—Prométeme...lo, Da...ni...

—Te lo prometo, Sophie —le digo sin más remedio—, lo haré...

Y como si mi "haré" fuese un interruptor, desconecta a Sophie de la vida.

—¡Sophie, joder!, ¡Sophie, despierta!

Siento cómo el corazón se me está desgarrando como si fuese papel y a medida que van pasando los segundos me voy desesperando más.

—Está en el cuarto de baño. A mano derecha —oigo que dice Cía nada más entra en el piso.

Dos enfermeros, de apariencia bastante joven, irrumpen en el cuarto de baño nada más seguir la indicación de Cía. Sin apenas pestañear, sacan las herramientas —que supongo— que van a necesitar para reanimar a Sophie.

Cía viene detrás de ellos y también se sorprende de su rapidez. La cara de ella muestra miedo y sobre todo tristeza. Sigo con Sophie entre mis brazos y cada vez la noto más fría. Tengo demasiada rabia por dentro al no poder derramar ni una maldita lágrima.

Veo cómo el enfermero más joven intenta la reanimación cardiopulmonar básica y mi rabia aumenta cuando los labios de éste se posan sobre los de mi novia. Si él no fuese la línea que la separa de la vida y la muerte, seguramente le mataba. Aquí mismo. A sangre fría.

El otro, al ver mi cara de rabia, saca un desfibrilador portátil.

—Apártate, chico —me dice éste último.

Dani, cálmate.

Hago caso inmediato y me levanto, dejando a Sophie acostada completamente en el suelo. Voy al lado de Cía. Está temblando y sus ojos están inyectados en dolor.

Cuentan hasta tres y el desfibrilador da su primera descarga. Sophie se eleva unos centímetros del suelo pero sigue sin moverse. El Holter está bajando sus pulsaciones y me cago en la puta.

—Sube a 130 —dice el enfermero que tiene ambas placas metálicas en las manos.

Segunda descarga. Una fina capa de sudor está empezando a nacer por la frente del enfermero. Sophie vuelve a levantarse unos centímetros del suelo y continúa en su estado inicial. El Holter deja sonar la peor melodía conocida y Cía se lleva las manos a la boca. Ya sabemos el resultado.

—Hora de la muerte, 13:08 —anuncia el enfermero mirándose el reloj de muñeca.

Quitando las placas metálicas del cuerpo sin vida de Sophie, la cubre con una manta isotérmica y dice:

—No hemos podido hacer nada, chicos... Lo sentimos.

Y antes de que diga nada más, salgo del cuarto de baño directo a la puerta principal y doy un portazo con todas mis fuerzas.

Salgo del edificio con las manos convertidas en puños apretando como si estuviera estrangulando a alguien. Estoy preparado para destrozarme los nudillos y lo haría, si no fuera porque son parte de mi imagen y no puedo joderla.

Lo que sí puedo hacer, y nadie me va a prohibir, ni siquiera un puto contrato, es ir a cualquier bar. Y ahí es donde voy.





Como os prometí que tendríais dos capítulos esta semana, a las 22:30, tendréis el capítulo 22, de la parte dos.

¡Nos leemos en media hora!

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora