Capítulo 12, parte dos.

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Dani

08:19. La alarma no ha sonado. Eso, o yo no dormía, había caído directamente en coma. En menos de cuarenta minutos tengo que estar en la tienda. Sí que es verdad que ser "El modelo" tiene algunas ventajas, pero no creo que al fotógrafo y a su equipo les haga gracia tener que esperar a un niñato de 23 años.

Llevo en el mundo de la moda casi dos años y de momento no me ha ido nada mal. Por la sesión de hoy, por ejemplo, voy a cobrar 1.500€ y eso, multiplicado por 5 o 6 sesiones más que haré este mes... Lo dicho, no vivo nada mal. Aunque no en todas cobre la misma cantidad, claramente.

Cobro incluso más.

Suelo posar para marcas como Massimo Dutti, Emporio Armani y Calvin Klein, aunque también he promocionado relojes para la marca Michael Kors y Daniel Wellington y he trabajado para empresas más grandes como El Corte Inglés.

Antes de levantarme de la cama, doy al interruptor de las persianas para que se suban solas y mientras lo hacen, doy un salto al suelo. Conecto mi iPhone a los altavoces portátiles y pongo "She looks so perfect" de 5 SOS. Me acuerdo de ella. Del olor de su pelo y de sus manos tocándom...

«Vale ya, Dani», me digo mientras me veo mi miembro más grande de lo normal debajo de los calzoncillos negros. Pongo los ojos en blanco pensando el porqué nosotros tenemos que despertarnos así siempre. Al menos cuando no vamos a follar.

Me meto en la ducha y dejo que el agua me quite los pensamientos impuros que tengo de esa chica pelirroja, pero es imposible. Esta cosa no se baja ni a la de tres.

Me enjabono el cuerpo y como último recurso, giro el grifo hacia el color azul, haciendo que el agua salga congelada.

Salgo de la ducha como si me hubieran metido en el congelador durante un par de horas y me visto en un abrir y cerrar de ojos.

Me anudo la corbata delante del espejo y posteriormente me coloco bien los gemelos de las mangas.

«Este traje le gustaría a Sophie», pienso. Es de Emporio Armani y además gris. Ella ama el gris. Me calzo los zapatos italianos de más de 3.000€ y me echo un último vistazo. Perfecto.

Me miro el reloj. 08:40.

«Aún tengo tiempo a desayunar».

Cojo las llaves del Aston Martin Vanquish, la cartera y las llaves de casa, y bajo directo al párking en el ascensor. Desayunaré de camino. Saco el iPhone del bolsillo de la americana y reviso los mensajes de WhatsApp.

"08:32: Sophie: Buenos días, cariño. ¿Cómo has dormido? Voy a ver si me levanto y voy a clases. Tienes hoy la sesión de Emporio Armani, ¿no?

¡Espero que vaya muy bien!, hablamos después, te quiero."

"08:39: Roberto Martínez: ¿Dónde estás, Daniel? El fotógrafo y su equipo no van a

demorarse mucho más... Llámame."

"08:39: Roberto Martínez: Lo digo en serio, llámame."

«Ya le contestaré después», me digo.

"08:41: Dani: Buenos días, nena. He dormido genial, aunque como (casi) siempre, me has faltado tú esta mañana ;) Sí, voy hacia allí ya. Tranquila, saldrá genial. Siempre me sale genial. Claro, hablamos después. ¡Un beso!"

Al llegar al párking, localizo el Aston enseguida y me subo en él. Después de 10 minutos conduciendo, aparco dos calles antes de llegar a la tienda para entrar al Café Zurich y desayunar por fin tranquilamente. Es extraño que esté abierto ya porque de normal abren a las 09:00, pero me alegra saber que sea así. El café de aquí me apasiona, y realmente, la camarera bastante más.

El local está bastante lleno para ser apenas las ocho de la mañana pero por suerte "mi sitio" está intacto. Elizabeth, que es como se llama la camarera, o para mí "Liz", se acerca con su sonrisa de anuncio como cada vez que vengo.

—Buenos días, señorito Daniel. ¿Qué desea desayunar esta mañana? —Me pregunta.

—¿Desde cuándo esos formalismos, Liz? —Y mientras le sonrío, sus colores le suben a las mejillas enseguida. —Ponme lo de siempre, anda —contesto, no quiero hacerla sonrojar más, aunque esté preciosa.

—Por supuesto —dice entre murmullos—, no tardo. —Y se marcha a toda prisa para hacerme, con sus propias manos, el café que tanto me gusta.

En cinco minutos contados, Liz vuelve a mi mesa, dejando sobre ésta un capuccino con dos sobres de azúcar y un cruasán cubierto de miel.

Vuelvo a sonreírle para agradecerle la rapidez y vuelve a sonrojarse. Esta chica, definitivamente, me encanta. Observo cómo se aleja de mi mesa y saco mi iPhone para controlar la hora.

08:55. «Creo que podrán esperar cinco minutos», pienso mientras abro de nuevo WhatsApp y le doy el primer bocado al cruasán.

"01:48: Dani: Espero verte pronto, y que no sea acompañada", vuelvo a leer. Esperando que así sea.

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora