Capítulo 20.

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Dos noches antes en un cruce cerca del parque de La Barceloneta...

"Juro que de esta noche no pasa..., ni ella, ni él...", pensaba mientras calentaba el motor del coche. "David no va a ser feliz con ella, porque sigue siendo mío."

  Empezó a sonar "Quererte a mi modo" de Dante. Su canción. Y aceleró. Llevándose por delante a Cía, viendo cómo David chillaba su nombre mientras se arrodillaba en el suelo llorando cómo nunca antes le había visto llorar.

La noche del día siguiente en un apartamento cualquiera de la playa de la Barceloneta...

Ding. Dong.

  Laura se aproximó a la puerta y la abrió. David.

—¿Qué haces aquí?

—Fuiste tú, ¿verdad? —le chilló el chico—. ¡Atropellaste a Cía!

—¿Y qué?

—¿¡Cómo que y qué!?, estás enferma, Laura.

—Te dejé, pero sigues siendo mío, y aunque ella fuese una de mis mejores amigas, no iba a ser feliz contigo.

—Me dejaste, deja que haga mi vida. Ahora la quiero a ella —contestó David.— Aunque quizá empezase jugando con Cía ahora me he enamorado. Entiéndelo y métetelo en la puta cabeza.

—No puedes enamorarte de alguien en menos de dos semanas, ¡David!

—Si el protagonista de "Querido John" pudo, no veo por qué yo no.

  David dio un portazo dejando a Laura con la palabra en la boca, dejando casi toda la rabia que llevaba dentro en el golpe que le acababa de dar a la puerta.

  Mientras caminaba en dirección al hospital, iba pensando en ella. En la chica morena de ojos color miel que conoció en la playa, y lo sabía, estaba enamorado. Podía poner la mano en el fuego admitiendo que nunca antes había sentido algo parecido, pero quizá ya era demasiado tarde, y la había perdido para siempre. O quizá no, y por eso iba a intentarlo.

  Llegó al hospital y fue directamente a la habitación 121, pero ella ya no estaba allí. ¿Dónde la habían llevado?

—Perdona, busco a Cía Beltrán, estaba en esta misma habitación —preguntó a la enfermera que en ese mismo momento cambiaba las sábanas de aquella cama.

—Cía Beltrán... —dijo mirando el techo de la habitación como pensativa— Ah, sí, le han dado el alta esta mañana.

—Mierda —susurró David.— Está bien, gracias.

  Salió a toda prisa del hospital y fue corriendo a su casa, necesitaba hablar con ella.

  Al llegar, llamó al timbre y fue su madre quién le abrió la puerta.

—Hola David, Cía está durmiendo ahora, ¿querías algo?

—Venía a verla y a hablar con ella.

—Pasa si quieres y tómate algo con Adrián y conmigo, pero no te prometo que se despierte.

—Está bien, esperaré.

  Al entrar a la casa, la vio diferente, habían menos objetos que la última vez que había estado allí y le pareció extraño.

—Irene, ¿qué ha pasado aquí?, ¿y las cosas?

—Ah, esperaba que te lo dijese Cía, pero visto lo visto... —dijo bajando la voz— A Adrián le han pedido que vuelva antes a Zaragoza por el trabajo, y nos tenemos que ir.

—¿Significa eso que no volveréis?

—Lo dudo, David...

Noches entre foliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora