WITH OR WITHOUT YOU

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Subieron al avión y se desplomaron los cuatro en sus asientos. No habían ido a dormir aquella noche, se fueron directamente al aeropuerto y se sentían morir. El único que estaba con más energía era Ricky que sacó un poco de dinero de su bolsillo y se puso a contarlo con expresión satisfecha.

M: Merino, ¿de dónde sacas eso? – hablaba arrastrando las palabras.

R: Lo creas o no, me lo has hecho ganar tú – le sonrió.

M: ¿Yo? – se sorprendió.

R: En el mismo momento en el que le diste los dos besos a la morena y volviste con nosotros, gané una apuesta...

M: Resopló – Venga, sorpréndeme...

R: Estos pensaban que te enrollabas con la chica y yo sabía que no.

M: No creas que no se me pasó por la mente, que ya sabes... pero se me venía la imagen de Ana a la cabeza y no sé... quiero saber en qué acaba todo esto, no me habría sentido bien.

R: Le dio un beso en la cabeza – Ya falta poco para dejar todo claro, pase lo que pase.

Mimi se quedó dormida casi al instante al igual que sus tres amigos y se despertó unas cinco horas después. Miró el móvil y le sorprendió ver un mensaje de su mujer.

Ana 11:00

Hola Mimi, avísame cuando llegues, ¿sí? Mi abogado me ha dicho que, si no tienes inconveniente, podíamos quedar en la sede de la discográfica pasado mañana a eso de las 12, dime si puedes

Ana: Mimi 12:15

Por mí bien, luego le pregunto a Kibo, pero creo que no habrá problemas.

Francisco, el padre de Mimi, les esperaba en el aeropuerto un pelín impaciente puesto que el vuelo se había retrasado y no era precisamente el hombre más paciente del mundo. Por suerte, Adrián se había empeñado en ir con él y el muchacho le entretenía contando historias del Instituto.

Adrián: Salió corriendo cuando los vio salir por la puerta de embarque - ¡Papá! – se tiró en brazos de Ricky.

R: Hijo... para, para – reía feliz, su hijo de 14 años ya era casi más alto que él y casi le tira por la efusividad del abrazo.

Francisco: Abrazando a Mimi – Hola, hija – se dieron dos besos – estás preciosa...

M: Tú sí que estás guapo...

Adrián: Al oído de su padre – Qué... ¿ya te lanzaste con Kibo? – su padre negó con la cabeza y él resopló – tita – se abrazó a Thalía y le dio dos besos y después saludó con un apretón de manos a Kibo.

K: Dame un abrazo, imbécil – se dieron un abrazo.

M: ¿A mí no me saludas?

Ad: Hola, tita – el chico se puso colorado pero se acercó a ella y se dieron un abrazo y dos besos.

Cuando se saludaron todos, se fueron al coche. Francisco refunfuñaba porque, al querer ir Adrián con él, había tenido que coger el coche familiar de 7 plazas con el que no se sentía del todo cómodo debido a las dimensiones.

K: Por cierto, ¿cómo es que no estás en clase?

Ad: Hoy tenía un examen y, cuando terminamos, nos dejaron salir... se lo dije a mi padre y me dejó venir...

K: Tu padre es un blando... - miró a Ricky y éste le sacó la lengua.

Los dos días pasaron y llegó el día en el que tenían acordado ir a la firma. Ni Ana ni Mimi estaban aún seguras de lo que querían hacer, pero no se habían visto y no habían hablado cara a cara desde que se despidieron en Las Vegas y ambas tenían ganas de verse. Mimi se sentía pequeña sentada en una gran sala de reuniones. Esperaban a Ana y Raoul y le sudaban un poco las manos.

M: No sé porqué estoy nerviosa, no es que me vayan a fusilar ni nada de eso.

K: Tranquila – le cogió de la mano

No tuvieron que esperar mucho más. Al poco, la puerta de aquella sala se abrió y Raoul entró enfundado en un impecable traje y, tras él, Ana que parecía haber imitado al abogado y también llevaba un traje que se pegaba a su anatomía y que dejaba entrever una camiseta lencera negra bajo su chaqueta entallada.

M: Tragó saliva al verla – Buena... buenos días – se levantó de la silla y fue directa a saludarla, se dieron dos besos - ¿cómo estás?... y no tienes que tomártelo sólo como una pregunta.

A: Sonrió – Lo mismo digo – le hizo un repaso de arriba abajo, la verdad es que los pantalones vaqueros negros rotos por las rodillas le quedaban a la rubia como un guante y la camisa entallada roja dejaba insinuar su cuerpo – perdona que no hayamos podido quedar antes, estos días están siendo una locura para mí.

Raoul: Bueno, podemos sentarnos y te explico un poco el acuerdo. Básicamente es lo que hablamos en Las Vegas, excepto en las cantidades en caso de filtración. Mi clienta ha insistido en rebajar todo a 10.000 euros.

A: Que conste que yo soy contraria a esa cláusula – miraba a Mimi.

M: No pasa nada – le sonrió – gracias de todas formas.

Raoul comentaba los aspectos legales en voz alta del acuerdo, básicamente venía a decir que del matrimonio y posterior divorcio no derivaba ningún tipo de beneficio económico para ninguna de las partes, el acuerdo de confidencialidad y poco más. La verdad es que ni Mimi ni Ana estaban poniendo mucho cuidado puesto que lo único que hacían era mirarse. Parecían querer adivinar lo que estaba pensando la otra y poder hablar aunque fuera telepáticamente.

K: Bueno, lo he leído y está todo bien – le pasó la copia a Mimi – mira, es el acuerdo de divorcio y el acta de matrimonio, que tú no tenías ninguna copia.

M: Los cogió y fue en ese momento que dejó de mirar a Ana – Entonces, sólo hay que firmar... ¿todas las hojas?

K: Sí, en el lateral...

M: Cogió aire y volvió a mirar a Ana que estaba ojeando el acuerdo – Bueno pues, parece que este es el final... creo que vamos a batir otro récord... esta vez de poca duración de matrimonio...

A: Sonrió – Puede que sea lo mejor... que lo que pasó en Las Vegas se quede en Las Vegas.

Ambas se sonrieron y se pusieron a firmar las hojas del acuerdo. Cuando terminaron, se lo dieron a sus respectivos abogados y todo se dio por acabado. Se levantaron los cuatro, los abogados se dieron la mano, Kibo y Ana se dieron dos besos y Raoul y Mimi se dieron la mano también.

A: En fin – suspiró – supongo que esto es lo mejor.

M: Es posible... aunque ahora mismo no me sienta especialmente bien.

A: Ni yo, créeme... mira, estaremos en contacto, ¿sí? Ahora tengo que ir unos días a Londres pero cuando vuelva podemos quedar.

M: Claro, cuando puedas – se dieron dos besos – por cierto... ¿quieres el anillo?

A: Negó con la cabeza – Mi niña, pero ¿y tú? – se quitó el anillo de la mano derecha – este es tuyo, personal...

M: Negó también – Quédatelo, los dos, un recuerdo...

A: Gracias, aunque no me va a hacer falta un anillo para recordarte, para siempre serás mi Elvis.

M: Y tú para mí, mi Marilyn...

Más que suerte  [WARMI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora