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Cristina decidió tomar un descanso debido a que sus piernas ya le dolían, volvió a comprobar en donde estaba su objeto, jugó una partida de solitario y siguió caminando.

Se supone que su objeto estaba muy cerca pero no veía indicios de nada ¿Que estaría haciendo Isabela? Bufó, nunca podía dejar de pensar en ser como ella ¿Por qué? No lo sabía y no quería entenderlo.

Paró en seco cuando vio hojas grandes tratando de cubrir lo que parecía ser la entrada de algo, movió algunas hojas y entró. Se quedó impactada con lo que vi, con comparación al bosque, esto parecía un paraíso, pequeñas lucierganas volaban dándole luz al lugar.

Un pequeño arroyo ubicado a un costado de la entrada, animales que corrian por los alrededores, todo era encantador. Se adentro un poco más captando la atención de los animales que salieron despavoridos al verla.

— ¡¿Quién eres tú y como encontraste nuestro refugio?!— soltó un grito al ver una personita que parecía levitar justo al frente de su nariz. — ¡Responde!— era muy pequeña pero parecía que quería sacarle los ojos.

— ¡Soy Cristina y sólo estaba caminando y entré!— chilló tratando de alejarse pero muchas más personitas con caras enfadadas la rodearon.

— ¡No te creo! ¡No puedes simplemente caminar y encontrarnos! ¡Estamos alejados de todos para que no encuentren!— Cristina iba a tener un ataque de pánico, estaba muy segura de eso.

— ¡So-solo camine y entre lo juego!— sus ojos se cristalizaron.

Las personita fue apartada bruscamente y una persona de tamaño normal la abrazó y trato de tranquilizarla.

— Vamos Cris, respira conmigo, inhala, exhala— trato de hacer caso pero no podía.

Y todo se congeló, parpadeó sorprendida al sentir los labios de la persona sobre los suyos, está se aporto un momento después y sonrió al ver que ella ya respiraba con tranquilidad.

— Entonces si funciona— susurró Cristina, había visto en un programa de hombre lobos que una pelirroja le hacía lo mismo a un chico que estaba teniendo un ataque de pánico.

— ¿Te acuerdas de mí, Cris?— ahora caía en cuánta que la persona era una chica, pelirroja de cabello muy corto.

— No— respondió examinando la.

— Tiene sentido, dejaste de verme después de que cumpliste seis— la chica sonrió tristemente.

— ¡¿La conoces?!— preguntó la personita que antes hablaba con ella.

— Si, jugábamos cuando era más pequeña, antes de que mis padres se dieran cuenta que me iba al reino de los humanos y me lo prohibieran— su sonrisa se borró y frunció el ceño.

— Yo...— Cristina trato de decir algo pero la interrumpieron.

— No deberías de estar aquí Cristina— la pelirroja la observó detenidamente. — No puede ser— susurró.— Eres una de las elegidas— las personitas que estaban a su alrededor pronto desaparecieron.

— Mejor me voy— Cristina se levantó pero la pelirroja la detuvo.

— Todavía no, hace frío afuera, deja que mis hadas te cosan algo para cubrirte— suspiro y asintió.

— Sigo sin recordarte— susurró apenada.

— No te preocupes Cris— le sonrió. — Soy Jess— Cristina trataba de recordar pero las hadas regresaron.

— Ya lo terminamos— dijo una hada con una aguja en su manita.

Aguja. Aurora se hincó con una aguja en una rueca. A ella le tocó una máquina de coser. Las máquinas de coser tienen agujas.... ¡La aguja!
Se levantó rápidamente y le quitó la aguja a la hada.

— ¡¿Qué crees que haces estúpida humana?!— chilló la criatura.

No sabe cómo hizo pero activó el escudo antes de que le lanzara encima.

— ¿Que estás haciendo Cristina? No puede robarle a mi hadas, devuelve eso— Jess parecía enojada.

— Lo siento— susurró cuando una nube de humo la cubrió.

Para la hora que la nube se fue, Cristina no estaba.

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